Portada de TRAIANVS


OBRAS HIDRÁULICAS ROMANAS EN HISPANIA


Ponencia presentada y publicada con motivo
de I Congreso sobre las Obras Públicas Romanas
celebrado en Mérida el 15/11/2002.



Miguel Arenillas Parra © 2002

TRAIANVS © 2003



INTRODUCCIÓN

El interés del pueblo romano por el agua y su preocupación por disponer de este recurso en abundancia es un hecho notorio, que ha sido puesto de relieve por numerosos autores.

En la metrópoli la preocupación casi obsesiva –y prolongada durante muchos siglos- por asegurar un abastecimiento de agua abundante y continuo todavía está patente en los importantes restos que allí se conservan: once largas conducciones con sus respectivas tomas (casi siempre muy alejadas de Roma para asegurar agua de calidad), numerosas termas (algunas con edificios grandiosos) y un sinfín de fuentes, muchas de ellas ornamentales, asombran siempre al que tiene ocasión de observarlas o estudiarlas [1] . Muchas de estas actuaciones tuvieron, sin duda, un cierto carácter propagandístico, pues con ellas quedaba patente la eficiencia propia del mandatario que, en cada caso, ordenó construirlas y también la  del estado al que representaba o dirigía, en un tema tan sensible como es el de la disponibilidad de agua.

Pues bien, los romanos, con criterios similares a los que guiaron su actividad en la metrópoli, aplicaron sistemáticamente sus conocimientos hidráulicos en los distintos territorios que fueron ocupando, entre ellos en Hispania, donde, como es notorio, se conservan numerosos elementos de estas intervenciones, algunos de singular importancia y muy buen estado de conservación.


Fotografía 1. Acueducto de Segovia

LOS SISTEMAS HIDRÁULICOS DE ÉPOCA ROMANA EN HISPANIA

Los restos mejor conservados de las intervenciones sobre el medio hídrico llevadas a cabo por los romanos en el territorio español corresponden en su mayor parte a sistemas de abastecimiento de agua a núcleos urbanos; será de estas obras de las que, fundamentalmente, nos ocuparemos en lo que sigue. No obstante, hay también numerosos vestigios de actuaciones hidráulicas en explotaciones mineras, en general peor conservados que los anteriores y muy modificados con el paso del tiempo. Los mejores ejemplos, quizá, de este tipo de labores son los cientos de kilómetros de grandes canales construidos por los romanos en el noroeste peninsular, en clara relación con numerosas explotaciones auríferas, entre los que destaca la bien conocida de Las Médulas, en el Bierzo. Con estos canales, a los que se derivaban las escorrentías de numerosos cauces, se concentraba el agua en puntos estratégicos, desde donde se hacía llegar hasta las masas de material que se pretendían movilizar, a través de otros cauces artificiales de mucha pendiente [2] . El proceso, al que denominaron los romanos ruina montium, concluía con el arrastre del material por las aguas y con su posterior retención en depósitos adecuados donde, por decantación, se separaba el oro.


Fotografía 2. Efectos de la “ruina montium" en Las Médulas


Otros sistemas hidráulicos –en general peor conocidos que los anteriores- estaban dirigidos a la atención de zonas regables y también a usos industriales, como los molinos (con escasos restos conservados, quizá por su reutilización y modificación posterior) o, entre otras, las instalaciones para la salazón de pescados y elaboración del garum, citadas, por ejemplo, en Almuñécar (Sexi), Cádiz o Bolonia.


Fotografía 3. Atanor de piedra caliza horadada perteneciente a la conducción romana a Cádiz. Tomada de VV.AA.: “El Acueducto romano de Caesaraugusta"


En algunas ocasiones eran los propios sistemas urbanos los que servían para atender, mediante derivaciones adecuadas, las demandas agrícolas o industriales. En Proserpina, por ejemplo, hay a pie de presa un molino, considerado de origen romano, que pudo explotarse perfectamente a partir de una pequeña derivación desde el canal que llevaba las aguas a Mérida. La conducción desde la presa de Almonacid de la Cuba (en el río Aguasvivas, provincia de Zaragoza) está claramente relacionada –todavía en la actualidad- con la zona regable de Belchite, que quizá fuese, incluso, su destino final, dada la extensión que cubre la importante y muy antigua red de acequias derivada del mencionado canal [3] . No obstante, en este caso, la importancia de la obra (es la más alta de todas las conservadas, o conocidas, de época romana) hace pensar en otro destino, casi con seguridad de carácter urbano, más acorde con las características de las actuaciones hidráulicas llevadas a cabo por los romanos en Hispania. Volveremos sobre esta cuestión más adelante.


Fotografía 4. Canal de derivación de la presa de Almonacid de la Cuba, a su paso por el estrecho de Malpasillo (Almonacid de la Cuba, Zaragoza)


Son también interesantes, aunque casi siempre de menor entidad, las infraestructuras asociadas a villae y explotaciones rurales, muchas de ellas de época romana tardía, que se suelen caracterizar por fábricas en general menos cuidadas que las que se observan en las grandes intervenciones hidráulicas.

Los sistemas hidráulicos romanos, aunque se ajustan, en sus planteamientos generales, a unos criterios que podríamos considerar todavía válidos, presentan también una serie de peculiaridades que son las que, en mi opinión, conviene destacar a los efectos que ahora nos ocupan.

Se observa, por ejemplo, que en los abastecimientos urbanos los romanos optaron con preferencia por las tomas en fuentes o cabeceras fluviales, seleccionado, con ello, aguas de buena calidad aunque estuviesen lejanas al punto destino, frente a las más próximas pero de peores características. En la propia metrópoli los once acueductos principales que se construyeron entre finales del siglo IV a.C. y principios del III d.C. suman un total de cerca de 500 km de conducciones, con un máximo en el Aqua Marcia, concluida el año 144 a.C., donde se superaron los 90 km de longitud [4] .

En Hispania esta solución se ha repetido con mucha frecuencia, según se deduce de los datos hasta ahora disponibles. Lo cual supuso la construcción de largas conducciones, como los 60 km que se mencionan para el abastecimiento de Cádiz o los más 40 km que se constatan en Toledo [5] . Ahora bien, en el solar hispano, al igual que en otras zonas de los vastos territorios ocupados por los romanos, una hidrología poco favorable obligó a buscar soluciones más complejas, que permitiesen disponer de agua suficiente a lo largo de todo el año: por un lado, la explotación de acuíferos someros de fácil acceso, para aprovechar la regulación natural de las aguas subterráneas, y, por otro, la construcción de presas de embalse.


Fotografía 5. Uno de los pozos de acceso (o de aireación) de la conducción de Las Tomas.


En los acuíferos se recurrió a los pozos, que con los medios entonces disponibles tenían unas claras limitaciones, y a las galerías de captación, mucho más eficaces. En Mérida se conservan muy buenos ejemplos de esta última solución. En primer lugar la captación-conducción de Rabo de Buey (también conocida como Las Tomas), que drena un importante acuífero en materiales coluviales situados al pie de la Sierra de Carija y que con una ampliación, también en galería, realizada en el siglo XIX, ha estado suministrando agua a la ciudad a lo largo de 2.000 años y hasta fechas muy recientes. Por otro lado está la captación-conducción del Borbollón, que drena otro coluvión en un barranco que desemboca por la derecha en el río Albarregas a poca distancia aguas abajo de la presa romana de Cornalvo. Esta conducción enlaza con la que tiene su origen en la presa citada y debe ser, por tanto, posterior a ella. Y precisamente esta última conducción debió partir inicialmente de una red de galerías drenantes, abiertas en los sedimentos fluviales depositados por el Albarregas en el anchurón del valle donde más tarde se formó el embalse de Cornalvo. Esta red de captaciones subálveas convergía –según referencia de Macías Liáñez [6] - en un punto donde más tarde se situaría la torre de toma de la presa que también construyeron los romanos para mejorar, con toda seguridad, la regulación del Albarregas y, en consecuencia, incrementar con ello las disponibilidades efectivas por encima de las que se conseguían con el drenaje de los depósitos del aluvial [7] .

Este tipo de captación y transporte de las aguas subterráneas es el que más tarde, ya en la Edad Media, utilizaron reiteradamente los musulmanes en España con sus qanat o viajes de agua, si bien es posible que en determinados casos reutilizaran antiguas infraestructuras de época romana.


Fotografía 6. Interior de la galería de conducción de Las Tomas (Mérida)


La tipología de estas obras es casi siempre la misma: galerías en general abovedadas –o cubiertas con losas-, sin revestir o revestidas con fábricas permeables (mampostería en seco, por ejemplo) y con un canal mejor o peor definido en la solera, por el que se transportaba el agua filtrada en la zona de captación. Una vez salvada esta zona, y si el terreno lo exigía, el revestimiento se podía impermeabilizar utilizando mortero de cal en el rejuntado de las piezas de mampostería (o de los ladrillos, en su caso). Las dimensiones de estas galerías varían mucho de unas a otra, pero en el caso de Mérida son estrictas, es decir, las suficientes –pero no más- para permitir el trabajo de una persona en los avances y los revestimientos. Normalmente la construcción se realizaba desde varios frentes que se abrían por medio de numerosos pozos excavados a lo largo de la traza de la conducción y distanciados entre sí algunas decenas de metros, como norma. Una vez concluida la obra, estos pozos, cubiertos por losas o piezas más complejas, se utilizaban como accesos para el mantenimiento o la reparación de la galería. La llamada fuente del Borbollón, que sirve para denominar la captación-conducción próxima a Cornalvo, es, precisamente, uno de estos pozos. Situado en un cambio de pendiente de la galería, expulsa el agua “a borbotones” (de ahí el nombre) cuando se producen fuertes lluvias en el área de alimentación y se incrementan los caudales transportados.

Hay otras dos cuestiones de interés relativas a los sistemas de abastecimiento de época romana que conviene revisar antes de entrar en el análisis de las presas de embalse.

Una característica que se ha podido constatar en alguno de los principales núcleos urbanos abastecidos en esta época –y que es fácil que con el tiempo, cuando se completen nuevos estudios, se pueda generalizar a otros casos- es la presencia en estos núcleos de más de un sistema de suministro de agua. Ocurre, por ejemplo, en Zaragoza, donde con seguridad funcionaron tres sistemas y quizá cuatro. Están todavía sin estudiar en detalle. El primero, y probablemente el principal, procedía del Gállego, que se derivaba por la derecha hacia la que hoy es –casi con seguridad- la acequia de Urdán, donde aún se conservan tramos en túnel de antigüedad evidente. Esta conducción cruzaba el Ebro sobre el Puente de Piedra romano y desde allí accedía a la ciudad [8] . Un segundo sistema tenía su origen en el Jalón, con un canal cuya traza debió coincidir con la del posterior Canal Imperial, que al construirse supuso, probablemente, la desaparición de la obra romana. En la presa de Muel, en el Huerva, se iniciaba el tercer canal de abastecimiento, con restos importantes, que todavía se mantienen en el tramo más alto. Y por último, según cabe deducir de algunos datos poco precisos del manuscrito de D. Juan Antonio Fernández, antes citado, podría haber una cuarta conducción que entrase en la ciudad por el Este, con origen y trazado totalmente desconocidos.


Fotografía 7. Canal de derivación de la presa de Muel (Muel, Zaragoza)


En Mérida, en cambio, los tres sistemas de abastecimiento de agua romanos están muy claros: el de Rabo de Buey, con la captación subterránea ya mencionada, el de Cornalvo (al que se unía el ramal del Borbollón) y el de Proserpina. Los tres han sido estudiados recientemente [9] y se han podido identificar sobre el terreno, en función de los numerosos restos que aún se conservan. Por razones exclusivamente técnicas el más antiguo de ellos debió ser el de Cornalvo, todavía sin la presa (vid supra), pues es el que permite cubrir toda la ciudad y no obliga a cruzar en acueducto el Albarregas. Pero también podría serlo el de Rabo de Buey, donde se adoptó la misma solución que en el anterior; esto es, la captación de aguas en galería. Sin embargo, en la conducción de Cornalvo –gran parte en túnel- no fue necesario construir estructuras de entidad, mientras que la de Rabo de Buey obligó a salvar el Albarregas mediante el acueducto de San Lázaro, obra sin duda importante, que se arruinó y fue reconstruida en el siglo XVI. No obstante lo anterior, la posición en el tiempo de estas dos obras no se podrá dilucidar con precisión, en tanto no se disponga de información arqueológica más completa o de dataciones absolutas, pues por el momento las fábricas de uno y otro sistema no permiten un mayor detalle.


Gráfico I. Sistema hidráulico de Cornalvo

 

El último sistema de suministro de agua a la colonia Augusta Emerita fue, por tanto, el de Proserpina, del que se dispone de dataciones absolutas, concretamente de la presa, cuya construcción se puede situar en la época de Trajano (finales del siglo I o principios del II). Por estas mismas fechas, con bastante probabilidad –y poco antes o poco después que Proserpina- se debió levantar la presa de Cornalvo para regular las aguas del Albarregas. En cualquier caso, la construcción de los tres sistemas de abastecimiento a Augusta Emerita se puede situar dentro del siglo I (quizá, incluso, hacia la segunda mitad) y en todo caso, para Proserpina, en los primeros años del siglo II.


Gráfico II. Sistema hidráulico de Proserpina.


Por último, cabe citar, entre otros ejemplos posibles, el abastecimiento romano a Tarraco, donde también se conocen dos sistemas de suministro de agua. Uno de ellos tiene su origen en el Francolí a partir de una pequeña derivación situada cerca de Rourell. La conducción llegaba a la ciudad después de cruzar el barranco de Las Ferreras a través de un gran acueducto conocido, como tantos otros, por el Puente del Diablo. El otro sistema se iniciaba con una derivación en el Gayá y, sin grandes estructuras, alcanzaba Tarragona a mayor cota que el anterior.

Fotografía 8. Acueducto del Puente del Diablo (Tarragona)


Queda, por último, otro aspecto de interés en relación con las obras que ahora nos ocupan. Muchos de los sistemas hidráulicos romanos se han descubierto –o, simplemente, intuido- por determinados elementos singulares que formaban parte de ellos, en concreto por algunos de los numerosos acueductos que solían jalonar las respectivas conducciones. Carlos Fernández Casado estudió con detalle muchos de ellos [10] . Éstas y otras informaciones contenidas en escritos e inscripciones antiguas permiten fijar en unas cincuenta las ciudades de la Hispania romana que tuvieron abastecimientos de agua de una cierta –o mucha- importancia [11] . Lo notable de algunos de estos restos es que a través de ellos se reconoce la obra pero no la ciudad a la que abastecieron. En otros casos la obra en sí es de tal magnitud que no parece estar justificada por las dimensiones conocidas de la ciudad a la que atendía. También hay algunas situaciones –las que más suelen llamar la atención al técnico- en las que obras monumentales construidas están en franco desacuerdo con los magros resultados que se alcanzaron –desde el punto de vista hidráulico- con el sistema al que pertenecieron.


Fotografía 9. Acueducto de Peña Cortada (Chelva, Valencia)

 

Por ejemplo, el acueducto de Chelva, o de Peña Cortada, en la cuenca del Turia, está formado por una serie importantísima de puentes y túneles, cuyo destino, que debería ser –por el alto coste y la complejidad de la obra- un núcleo muy importante, situado, según parece, en la zona de Liria, aún está por ser identificado con seguridad. Algo similar puede apuntarse para el acueducto de Segovia, una de las mayores y mejores obras de la ingeniería hidráulica romana, pues la Segovia original no parece justificar la magnitud de la estructura, al menos con lo localizado hasta el momento.


Fotografía 10. Tramo excavado en roca de la conducción de Chelva, en las proximidades del acueducto de Peña Cortada (Chelva, Valencia)


Pero es quizá más notable el contraste entre las dimensiones –y, desde luego, la calidad- del acueducto de Las Ferreras o Puente del Diablo, en el abastecimiento a Tarraco –ya citado- y la relativamente baja utilidad del sistema hidráulico en el que se insertaba. Pues cuando llega a Tarragona, y a pesar del puente-acueducto, la conducción, por falta de cota, no permite cubrir la parte alta de la ciudad. Lo que habría tenido una fácil solución, pues el canal, desde su origen en el Francolí hasta el Puente del Diablo se construyó con una pendiente excesiva [12] que, de haber sido menor (como en tantas otras conducciones  romanas), habría permitido llegar a su destino con cota suficiente y sin necesidad de una obra tan monumental. Una primera impresión ante esta circunstancia hace pensar en que fue un error de trazado lo que obligó a construir el acueducto de Las Ferreras, con objeto de paliar –que no corregir- la excesiva pérdida de cota del sistema. Cuestión que sin duda, tiene otra explicación más razonable. Pues, de hecho, los romanos plantearon, también en este caso, al menos otro sistema para el abastecimiento a Tarraco, como es la conducción del Gayá. Por ello es casi seguro que el Puente del Diablo no tenga su origen en un error, sino en un modelo general de planificación, en el que siempre podía caber, con criterios políticos, una gran obra.


Fotografía 11. Acueducto de Los Milagros, en el abastecimiento a Mérida desde Proserpina


Otro caso en cierta medida similar es el del acueducto de Los Milagros en la conducción de Proserpina a la colonia Augusta Emerita. Este sistema es, tal y como se ha indicado, el último de los tres construidos por los romanos en Mérida y el acueducto ha resultado ser, por sus características estructurales y estéticas, una de las mejores obras hidráulicas levantadas por los latinos en Hispania. El sistema en sí cubre una parte relativamente marginal de la antigua colonia Augusta Emerita que, en cualquier caso podría haberse atendido -con obras más sencillas que la de Los Milagros- desde alguno de los otros dos sistemas, en concreto desde el de Rabo de Buey [13] , pues con una ligera modificación de trazado en la conducción de Proserpina se podría haber alcanzado el acueducto de San Lázaro. Sin embargo, se optó por duplicar los acueductos sobre el Albarregas, con lo cual se mejoró sin duda, aunque quizá por un procedimiento no del todo adecuado desde el punto de vista técnico, el abastecimiento a la ciudad, al tiempo que se construía una obra singular –y de interés político, por tanto- que, afortunadamente, ha perdurado dos mil años.


Gráfico III. Sistemas hidráulicos de abastecimiento de agua a Augusta Emerita.

las presas en los sistemas hidráulicos romanos

De acuerdo con lo anotado más arriba, en muchas zonas del territorio hispánico los romanos tuvieron que recurrir a la regulación fluvial por medio de embalses, condicionados por las fuertes desigualdades temporales que presentan las precipitaciones en esas zonas y por las consiguientes variaciones de las escorrentías transportadas por los ríos, que en determinados ámbitos llegan a ser nulas durante el estiaje.

TABLA I. PRINCIPALES PRESAS DE ÉPOCA ROMANA


NOMBRE CIUDAD/PROVINCIA PAÍS ALTURA (m)
Almonacid de la Cuba A. de la Cuba/Zaragoza España 34,0
Proserpina Mérida/Badajoz España 21,6
Harbaqa Palmyra Siria 20,5
Cornalvo Mérida/Badajoz España 20,8
Alcantarilla Mazarambroz/Toledo España 15,0-20,0
Çevlik Antakya Turquía 16,0
Örükaya Corum Turquía 16,0
Muel Muel/Zaragoza España 13,0
Glanum St. Rémy Francia 12,0
Derb Kasserine Túnez 10,0
Mila Mila Argelia 10,0

Fotografía 12. Presa de Consuegra (Toledo)


Como es obvio, esta situación no es exclusiva de nuestro territorio y es evidente que los romanos debieron afrontarla también –y resolverla- en otros sectores de su amplio campo de actuación. Lo ponen de manifiesto las grandes presas construidas en esa época (Tabla I [14] ), relación que se puede completar con la correspondiente a las principales presas de nuestro entorno geopolítico anteriores a nuestra era (Tabla II) [15] , es decir, aquellas que pudieron haber servido de modelo a los romanos. Cabe deducir, por tanto, que fue en el área mediterránea menos favorecida por las precipitaciones donde en la antigüedad hubo que recurrir, de modo más acusado, a la regulación fluvial para incrementar las disponibilidades efectivas de agua. Ahora bien, si nos centramos en el caso concreto del territorio peninsular español la situación se hace aún más evidente. Con los trabajos realizado para una Tesis Doctoral, leída en la Escuela de Caminos de Madrid hace unos meses [16] , que ha supuesto una minuciosa labor de investigación en gabinete y en campo, se han podido identificar en nuestro territorio (y caracterizar en sus parámetros principales) un total de 51 presas, con seguridad de época romana. A éstas cabe sumar otras 22 (con un total, por tanto, de 73) que, aunque son, con seguridad, de la misma época, su lamentable estado de conservación no ha permitido caracterizarlas con el rigor necesario. Dejando, pues, al margen estas últimas y también las menores de las citadas en primer lugar (pues en su mayor parte son simples azudes de derivación, aunque en algunos casos situados en cabecera de importantes sistemas hidráulicos, como el de Pont D’Armentera, en el abastecimiento a Tarraco desde el Gayá, o el de Riofrío, en la conducción que concluye en el acueducto de Segovia), las restantes (cerca de 30) son presas de embalse. Pues bien, por su situación geográfica se observa que estas presas se localizan alrededor de tres focos principales: el valle del Ebro en el entorno de Zaragoza, especialmente en margen derecha del río principal; el valle del Guadiana, con centro en Mérida; y la margen izquierda del Tajo, con límite hacia el río en Toledo. Es decir, en zonas donde la regulación natural de los ríos es baja (márgenes derecha del Ebro e izquierda del Tajo) o muy baja (Guadiana).


Fotografía 13. Presa de Riofrío. Al fondo puede verse la toma actual de la conducción  del acueducto de Segovia


Toda esta larga introducción permite concluir  que los romanos en Hispania, o por lo menos en la parte española de la Península [17] , recurrieron a la construcción de presas de embalse en aquellas áreas donde la escasez o la desigual distribución de las precipitaciones obligaba a ello. Es decir, actuaron con los mismos criterios que se vienen aplicado, por lo menos desde entonces, cuando se ha pretendido atender adecuadamente las demandas de agua de los sucesivos, y cada vez más numerosos, pobladores del territorio español [18] .


TABLA II. PRINCIPALES PRESAS ANTERIORES A NUESTRA ERA


FECHA NOMBRES PAÍS ALTURA (m)
3000 a.C. Jawa Jordania 5
2600 a.C. Kafara Egipto 14
1800 a.C. (*) Mala’a Egipto 7
1260 a.C. Kofini Grecia 10
Período hitita Gölpurnar Turquía ¿
s. VIII a.C. Keşiş Gölü Turquía 15
s. VIII a.C. Probatica Israel 13
s. IV a.C. Kandila Grecia 11
s. III a.C. Masawwarat Egipto 15
s. II a.C. Petra Jordania 14
s. I a.C. Asid Yemen 19
s. I a.C. Piscina (media) Salomón Israel 12
s. I a.C. Jubar Yemen 11
(*) Reconstruida en el s. III a.C.

Desde el punto de vista que aquí nos ocupa tienen especial interés las presas mayores de todas las construidas por los romanos, pues son las que han servido de patrón para las otras. Cabe señalar, no obstante, que en la mayor parte de todas estas obras hay un elemento constructivo de carácter básico, que se repite casi sistemáticamente: el muro-pantalla, con el que se conseguía el obligado efecto impermeabilizador frente al agua del embalse. A él se añadían –y no siempre- otros elementos que aseguraban la estabilidad de la estructura [19] .


Fotografía 14. Sección del muro de la presa de Alcantarilla (Toledo). Puede observarse la característica disposición de las fábricas de este tipo de muros-pantalla construidos por los romanos


El muro-pantalla romano es de concepción muy sencilla: un núcleo de calicanto (hormigón de cal u opus caementicium), retenido entre dos paños de fábrica, que solían ser de mampostería (opus incaertum) o sillería (opus quadratum). A veces a estos paños, que servían realmente de encofrados perdidos, y sobre todo cuando la mampostería era de baja calidad, se adosaban otros, de características cada vez mejores hacia el exterior. De este conjunto el elemento más importante era el núcleo de opus caementicium, que era el que propiamente debía cumplir la misión impermeabilizadora asignada al muro-pantalla.

Las presas de más altura construidas por los romanos en el territorio español son las que figuran en la relación siguiente (Tabla III).


TABLA III. PRINCIPALES PRESAS DE ÉPOCA ROMANA EN HISPANIA


NOMBRE ALTURA RÍO CUENCA
Almonacid de la Cuba 34,0 Aguasvivas Ebro
Proserpina 21,6 Aº de las Pardillas Guadiana
Cornalvo 20,8 Albarregas Guadiana
Ermita Virgen del Pilar 16,7 Santa María (Aguasvivas) Ebro
Alcantarilla 15 a 20 Guajaraz Tajo
Muel 13,0 Huerva Ebro
Pared de los Moros 8,4 Aº Farlán (Aguasvivas) Ebro

Su situación coincide, como se puede observar, con las zonas de menor regulación natural antes señaladas. Además, por los datos hasta ahora disponibles, la construcción de todas estas estructuras, excepto la última, se puede situar en el siglo I de nuestra Era, con la posible salvedad, ya anotada, de que Proserpina -y quizá Cornalvo- se hubiesen construido durante los primeros años del siglo II; La Pared de los Moros es, sin duda, posterior, quizá del siglo III.


Fotografía 15. Presa de Almonacid de la Cuba (Zaragoza) con el embalse colmatado al fondo


Ahora bien, a pesar de corresponder a un período tan localizado en el tiempo y estar situadas todas ellas en zonas donde debía afrontarse y resolverse el mismo problema, lo cierto es que hay  diferencias notables entre ellas, tanto por lo que se refiere a sus tipologías, como a las características de los sistemas hidráulicos en los que se insertaron. Tales diferencias –que se exponen a continuación- permiten formar dos grandes grupos: las presas del Ebro, por un lado, y las de Tajo y Guadiana, por otro.

Las primeras son todas de fábrica, gravedad y planta recta (con algún matiz, que señalaremos, para la de Almonacid), mientras que las restantes son de materiales sueltos con pantalla aguas arriba. Por otro lado, de las grandes presas del Ebro dos de ellas (Almonacid y Muel) se sitúan en los cursos medios de ríos de cierta importancia y las otras dos, aunque se emplazan sobre cauces menores (ambos, afluentes del Aguasvivas), también se ubican en los tramos centrales de éstos. En definitiva, para las presas del Ebro se eligieron cerradas en principio problemáticas, tanto para la construcción como para el posterior mantenimiento, pues en los cuatro emplazamientos seleccionados la acción fluvial de los respectivos ríos debía ser, por lo menos, significativa.


Fotografía 16. Paramento de aguas abajo de la presa de Muel (Zaragoza)


Por el contrario, en las grandes presas del Tajo y el Guadiana la solución fue radicalmente distinta, pues en las tres se optó por seleccionar cabeceras fluviales y en dos casos, además (Proserpina y Cornalvo), cauces de menguados caudales. De este modo en Alcantarilla, situada muy próxima al nacimiento del Guajaraz (50 km2 de cuenca receptora) y cabecera del abastecimiento a Toledo, fue necesario construir una conducción con más de 40 km de recorrido, con pendientes a todas luces excesivas [20] . En Cornalvo [21] la posición es muy alta en el Albarregas y aunque este río produce inundaciones en Mérida con cierta frecuencia, los efectos empiezan a ser significativos aguas abajo de la presa. El caso de Proserpina [22] es realmente el de una antigua charca recrecida, con una cuenca de alimentación muy modesta y unas aportaciones equivalentes. Es de significar, también, que en todos estos casos los romanos, para aumentar las aportaciones a los respectivos embalses recurrieron a la misma solución: trasvases en cabecera desde cuencas adyacentes por medio de azudes de derivación y canales alimentadores a los embalses de longitudes significativas en todos los casos.


Fotografía 17. Restos de la presa de Alcantarilla (Toledo). En primer término, la torre de toma


De estas tres presas la más difícil de justificar con criterios actuales es la de Alcantarilla, pues fácilmente se habrían logrado los mismos efectos seleccionando una cerrada en la zona donde hoy se ubica la presa moderna de Guajaraz. Sin embargo el hecho es que la presa romana se ubicó mucho más arriba, lo cual sólo se puede explicar -y, mucho mejor si se tiene en cuenta su pronta rotura, según se explica más adelante- por el deseo de los romanos de situar la obra cerca de las fuentes, buscando agua de calidad. En Cornalvo la presa también se podría haber situado cauce abajo, pero probablemente con peor cimentación y una reducción no muy significativa del canal de conducción a Mérida, que tiene una longitud total de unos 16 km. Además en este caso (vid supra), se reutilizó, sin duda, el canal original desde la captación-conducción en el subálveo del Albarregas. En Proserpina, con 10 km, aproximadamente, de conducción, la mayor duda que cabe es la relativa a la calidad del agua en una zona originalmente pantanosa.


Gráfico IV. Sistema hidráulico de Alcantarilla

 

En definitiva, las grandes presas romanas del Ebro, de un lado, y las del centro peninsular, de otro, ponen de manifiesto dos claras tendencias en los constructores latinos, quizá dos escuelas hidráulicas o, muy posiblemente, dos tendencias políticas, o político-económicas, muy diferentes. Ambas opciones son plausibles, pues hay que tener en cuenta, además, que las presas de Muel y Almonacid y, posiblemente, la de La Ermita de la Virgen del Pilar, son obras anteriores (es posible que hasta cincuenta años, como mínimo) a las del Tajo y el Guadiana.


Gráfico V. Presa de Almonacid de la Cuba. Sección tipo


Centrándonos ahora en las características estructurales –antes apuntadas en sus líneas principales-, las diferencias resultan también evidentes.

En Almonacid y Muel se trata de dos estructuras muy sólidas, que han resistido durante dos mil años la acción fluvial, si bien la presa de Almonacid que se conserva debió de ser una reconstrucción de otra, muy poco anterior, formada por tres arcos soportados por los estribos y dos grandes contrafuertes intermedios [23] . La estructura interior de Muel no se conoce, mientras que la de Almonacid se ha podido caracterizar con mucho detalle por medio de sondeos.

La fábrica de esta última presa consiste, en esencia, en un muro-pantalla, suplementado por paños verticales de muy diversos tipos y unos refuerzos finales que cubren parcialmente los dos paramentos con piezas de sillería (arenisca de una cantera relativamente próxima) y perfiles escalonados. En la base, la estructura alcanza casi los cuarenta metros de espesor, que, frente a los 34 m de altura máxima, conducen a unos coeficientes de seguridad al vuelco o al deslizamiento, sin duda excesivos [24] .


Fotografía 18. Machón del venter del canal de derivación de la presa de Alcantarilla a Toledo.


El uso del agua regulada por la presa de Almonacid es una cuestión todavía sin dilucidar totalmente. Es seguro que servía para atender una amplia zona regable situada junto al actual pueblo de Belchite, hasta donde llegaba a través de un canal de unos 8 km de longitud. Pero, por lo dicho más arriba, la magnitud de la obra parece indicar un destino urbano. La ciudad romana del Pueyo, próxima a Belchite y a la presa, queda claramente por encima de la conducción romana, con lo cual debería buscarse otro destino a las aguas reguladas en el embalse. Bajo este supuesto el final de la conducción de Almonacid podría ser la ciudad romana de Celsa (en margen izquierda del Ebro y cerca de Velilla,  Zaragoza), a unos treinta kilómetros en línea recta del embalse. Sin embargo, hasta el momento no se ha localizado el hipotético tramo final de la conducción. Ésta, además, debería cruzar el Ebro, y, según la cota de llegada al enfrentarse a la ciudad por margen derecha se requeriría un puente o un puente-sifón (venter). Restos de un puente romano sobre el Ebro se han identificado muy cerca de Velilla y, por otro lado, cualquiera de las dos soluciones apuntadas eran bien conocidas por los romanos. Sobre el Puente de Piedra de Zaragoza, por ejemplo, circuló la conducción del Gállego [25] y en Toledo [26] se construyó un venter muy importante, hoy arruinado, por el que cruzaba el Tajo la conducción de Alcantarilla. No obstante, y por el momento, el abastecimiento romano a Celsa desde el Aguasvivas no deja de ser más que una hipótesis [27] .


Fotografía 19. Zona regable de Belchite vista desde la ermita de Nuestra Señora del Pueyo (Belchite, Zaragoza)


El caso de Muel, en cuanto a solidez de la estructura se refiere, es, en cierta medida, similar al de Almonacid, aunque en este caso –y según lo ya comentado- la parte interior de la estructura no sé conoce todavía.  Los paramentos que quedan a la vista (el embalse está completamente aterrado, igual que el de Almonacid [28] ) son de una fábrica bastante homogénea, con hiladas alternantes de elementos a soga y tizón, en algunos de las cuales se conserva todavía el almohadillado original de las piezas de caliza utilizada. Las características de esta fábrica han hecho pensar a algún autor en una fecha de construcción algo anterior a la de Almonacid [29] , con lo cual resultaría ser la primera de las grandes presas romanas construidas –o conservadas- en España.

Las aguas reguladas en Muel –y con independencia de otros posibles usos- parece claro que se utilizaron, básicamente, en el abastecimiento a Zaragoza.


Fotografía 20. Restos de la presa de la Ermita de la Virgen del Pilar (Monforte de Moyuela, Teruel)

 

Las presas de La Ermita de la Virgen del Pilar y de la Pared de los Moros son de estructuras más simples y, sobre todo, menos sólidas que las anteriores, pues en ambos casos la relación espesor-altura queda por debajo del valor admisible y, por ello, ambas se han arruinado. En la Ermita de la Virgen del Pilar [30] se recurrió inicialmente a un muro-pantalla pero, probablemente, se utilizó o fabricó un calicanto (opus caementicium) de baja calidad, que obligó a la disposición posterior de un nuevo paño de este material hacia aguas arriba, protegido, a su vez, por otro de calicanto y uno final de sillería. En La Pared de los Moros la estructura es un simple muro-pantalla de excesiva altura (más de 8 m) para su poco espesor (2,90 m). Sin embargo, la previsible rotura está muy centrada en la presa, lo que permite observar gran parte de las fábricas. No se conoce el destino de las aguas retenidas en ambos embalses, pero probablemente debieron ser obras de carácter rural, en especial la segunda de las citadas.


Fotografía 21. Restos de la presa de “La Pared de los Moros” (Muniesa, Teruel)


Todas estas obras del Ebro tuvieron que sufrir los embates de las aguas de sus respectivos cauces en crecida. Frente a estas situaciones, los aliviaderos, si es que existieron en todas ellas, debieron resultar escasamente funcionales. La única de estas presas en la que se conserva, con seguridad, una obra de este tipo, es la de Almonacid. Está situado junto al estribo izquierdo y es de dimensiones reducidas, con un límite claro para evacuar avenidas que se sitúa en unos 20 años de período de retorno, según cálculos efectuados con datos actuales [31] . Es decir, el aliviadero está claramente infradimensionado. Circunstancia que debió ser común en la mayor parte de las presas construidas por los romanos, pues no hay evidencias de aliviaderos en ninguna de las grandes presas mejor conservadas, como ocurre por ejemplo con las de Mérida.


Gráfico VI. Presas romanas del centro peninsular español. Secciones tipo

En las presas del centro peninsular los romanos recurrieron, al menos en las tres mayores, a un tipo estructural radicalmente distinto que los que aplicaron en las del Ebro; modelo que se repite, con ligeras variantes, en las tres. Se trata, básicamente, de presas de tierra con pantalla de fábrica aguas arriba, constituida por un muro-pantalla del tipo antes descrito y más o menos elaborado, según los casos. En Proserpina y Alcantarilla el muro pantalla es relativamente grueso en la zona inferior de la estructura, con un espesor que se va reduciendo hacia coronación, lo que se consigue con la inclinación del paramento de aguas arriba. El efecto impermeabilizador estaba claramente asignado al núcleo de calicanto y, al ser muy esbelta la pantalla, la resistencia recaía básicamente en el caballón de tierras de aguas abajo. En Cornalvo, por lo hasta ahora conocido, la pantalla es algo más compleja, pues consiste en una serie de recintos, separados por muretes verticales, longitudinales y transversales, y relleno, según parece, de material arcillosos; el paramento de aguas arriba también es inclinado, como en las otras dos. Ahora bien, en este caso es posible que la estructura haya experimentado modificaciones importantes a lo largo del tiempo y que con esas obras se haya enmascarado el patrón romano original [32] .


Fotografía 22. Presa de Proserpina (Mérida). Paramento de aguas arriba


Fotografía 23. Presa de Cornalvo (Mérida). Paramento aguas arriba y torre de toma

 

El tipo estructural descrito plantea, en cualquier caso, un problema serio: la falta de resistencia de la pantalla frente a la carga del terraplén a embalse vacío, y, especialmente, en desembalses rápidos. De hecho, Alcantarilla se arruinó por un proceso de este tipo, si bien es posible que en coincidencia con una avenida, que habría abierto un primer boquete en la estructura, pues aunque la mayor parte de los bloques están volcados hacia aguas arriba, hay otros con el giro en sentido contrario. La rotura, en cualquier caso, por el estado de las fábricas, debió ser temprana Probablemente esta presa fue la primera de las tres en construirse y es posible que, una vez arruinada, se levantasen Proserpina y Cornalvo, mejorándose el modelo original. Pues concretamente en Proserpina se dispusieron contrafuertes aguas arriba y aguas abajo, estos últimos bastante más pequeños. En Cornalvo la pantalla es mucho menos esbelta que en las otras dos, aunque todavía se desconoce si la obra corresponde a la solución romana o a reparaciones posteriores. En todo caso, en Proserpina los contrafuertes de aguas arriba, al estar muy reparados, poco ayudan a la resistencia del conjunto. Cálculos recientes realizados para esta presa [33] ponen de manifiesto que, a embalse vacío, la pantalla no es estable frente al empuje del terraplén saturado. Ahora bien, al ser este terraplén muy arenoso (los mayores volúmenes provienen de arcillas originadas por la alteración del granito) y los desagües romanos de poca sección, es fácil que el vaciado del embalse en sus orígenes estuviese siempre acompañado del descenso del agua en el terraplén. Por ello, probablemente, la presa ha seguido en pie hasta la actualidad.


Fotografía 24. Tramos basales de los contrafuertes de la presa de Proserpina (Mérida)


En las presas de Alcantarilla, Cornalvo y Proserpina no se han identificado aliviaderos de época romana, pues algunos elementos situados fuera de las respectivas estructuras, que se han reconocido como tales, corresponden con seguridad a obras posteriores o al resultado de la erosión natural. De todos modos, en estas presas, con excepción, en todo caso, de Alcantarilla (que se arruinó probablemente en una gran avenida) tampoco hacen mucha falta los aliviaderos, pues con los órganos de desagüe (aunque fueran de pequeñas dimensiones) y el desvío de los caudales que llegaban desde las cuencas adyacentes (las que, mediante trasvases, completaban la alimentación de cada embalse), se podía controlar la mayor parte de las crecidas, pues tanto en Cornalvo como en Proserpina las cuencas alimentadoras propias son de pequeñas dimensiones.


Fotografía 25. Canal alimentador del embalse de Proserpina (Mérida)


La presa de Proserpina tiene un interés especial, pues con ella está directamente relacionado el acueducto de Los Milagros a través de una conducción que tiene su origen a media altura de la presa. Recientemente, al retirar la Confederación del Guadiana los tarquines que rellenaban parcialmente el embalse se ha descubierto la parte inferior de la estructura, que difiere, en cierta medida, de la superior, que era la conocida de antiguo. En este sector bajo se han localizado dos tomas romanas, con tubos de plomo, y una del siglo XVI, probablemente, abierta en la fábrica por encima de las anteriores, para situarla más alta que el relleno que entonces tuviese el embalse. Todas estas tomas están conectadas con el bocín –o torre de toma- central, pero hay otra a mayor altura, y ya en la fábrica conocida, que enlaza con la otra torre que hay en al presa. Hace algunas décadas se sustituyó en este último bocín la original toma romana por otra moderna.


Fotografía 26. Tomas inferiores de la presa de Proserpina (Mérida), vistas desde el embalse


Las diferencias detectadas entre ambas fábricas han hecho pensar a algunos que la presa romana es sólo el sector inferior recientemente descubierto. Sin embargo esto no es posible, pues las tomas romanas situadas en este sector están a menor cota que el tramo de conducción que corre sobre el acueducto de Los Milagros. Por ello el comienzo de la conducción de Proserpina a Mérida debe, por tanto, situarse, obligadamente, en la toma situada en el bocín lateral de la presa, es decir, en la toma romana que se sustituyó hace años. Pues de otro modo el agua del embalse, por un simple problema de cotas, no llegaría a Mérida a través del acueducto de Los Milagros. Y, en cualquier caso, nunca pudo llegar toda el agua, pues una parte del embalse está por debajo de la toma indicada. Pero, en cualquier caso, el aspecto interesante de esta cuestión es que la presa tiene que ser en su totalidad romana (aunque quizá con reparaciones posteriores). Y hay, además, otro hecho de interés: como la presa se ha podido datar en la época de Trajano, por el método del C14, a partir de una muestra de madera localizada con un sondeo en la parte inferior de la presa, parece lógico pensar que el acueducto de Los Milagros deba ser también de esa misma época, circunstancia que no siempre se ha admitido.


Fotografía 27. Pilares del acueducto de Los Bañales (Sádaba, Zaragoza)


Además de los tipos de presas que hemos revisado, los romanos recurrieron también a otras tipologías. Por ejemplo las de contrafuertes (muchos y próximos, como en Esparragalejo, también cerca de Mérida) o las presas curvas. De ambos tipos quedan algunos ejemplos en Hispania, sobre todo del primero (que suele resolverse con arcos múltiples entre contrafuertes), pues del segundo sólo hay una presa localizada hasta el momento: la de Puy Foradado, en la cabecera del sistema de Los Bañales, cerca de Sádaba (Zaragoza). En cualquier caso, todas ellas son presas menores; quede su estudio para otro momento.


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[1] Sobre este tema conviene consultar a G. Panimole en su ya clásico Gli acquedotti di Roma antica (Roma, reed. 1984) y, desde luego, a Sexto Julio Frontino, que supo recoger con precisión su labor como curator aquarum durante la segunda mitad del siglo I, en su minucioso tratado De aquaeductu urbis Romae. (Hay una cuidada edición en español a cargo de Tomás González Rolán: Los acueductos de Roma, Madrid, 1985).

[2] Llamados arrugia por los romanos, que tomaron la voz de pueblos más antiguos, de origen celta, iniciadores de este tipo de explotaciones; en ella tiene su origen nuestro hidrónimo arroyo. Sobre estas explotaciones puede verse: F.J. Sánchez-Palencia: “Minería y red hidráulica en la mina de oro romana de Las Médulas (León)” I Congreso de Historia de las Presas, Tomo I, Mérida, 8-11 de noviembre de 2000

[3] Cf. M. Arenillas, C. Díaz-Guerra y R. Cortés: “La presa romana de Almonacid de la Cuba”, en VV.AA.: La presa de Almonacid de la Cuba. Del mundo romano a la Ilustración en la cuenca del río Aguasvivas, Ed. Doce Calles, Madrid, 1996.

[4] Cf. G Panimole, op. cit.

[5] Cf. F. Aranda Gutiérrez, J. Carrobles Santos y J.L. Isabel Sánchez: El sistema hidráulico romano de abastecimiento a Toledo, Toledo, 1997 y también L. Arenillas, M. Arenillas, C. Díaz-Guerra y J.M. Macías: “El abastecimiento de agua a Toledo en época romana”, en Historia del abastecimiento y usos del agua en la ciudad de Toledo, Madrid, 1999.

[6] M. Macías Liáñez: Mérida monumental y artística, Mérida, 1929, pp. 54-56.

[7] Sobre estas captaciones y, en general, sobre los distintos sistemas romanos de abastecimiento de agua a Augusta Emerita véase: J. Martín, M. Arenillas, R. Cortés, C. Díaz-Guerra y L. Arenillas: “El sistema hidráulico de Cornalbo en Mérida”, en Actas III Congreso Nacional de Historia de la Construcción, Sevilla, 26-28 de octubre de 2000.

[8] Cf. VV.AA.: El acueducto romano de Caesaraugusta, Madrid, 1994, op. cit., donde el manuscrito trascrito de D. Juan Antonio Fernández da distintas noticias sobre conducciones que llegaban a Zaragoza.

[9] Confederación Hidrográfica del Guadiana-Ingeniería 75, S.A.: Estudio de caracterización del sistema hidráulico de las conducciones romanas a la ciudad de Mérida (Badajoz), 1996 (inédito) y también J. Martín Morales, M Arenillas Parra, C. Díaz-Guerra Jaén, R. Cortés Gimeno, M. Arenillas Girola, y D. Jiménez González: “El abastecimiento de agua romano a Augusta Emérita” en Actas del II Segundo Congreso Nacional de Historia de la Construcción, pp.321-329, A Coruña, 22-24 de octubre de 1998.

[10] C. Fernández Casado: Los acueductos romanos, Instituto Eduardo Torroja, Madrid, 1972.

[11] J.C. Castillo Barranco: Tipología y materiales de las presas romanas en España, Tesis Doctoral (inédita), Madrid, 2002.

[12] Cf. F. Sáenz Ridruejo: “Observaciones técnicas sobre el abastecimiento romano de aguas a Tarragona”, Bimilenario de Segovia: Symposium de Arqueología Romana, Barcelona, 1977, pp. 351-358.

[13] Cf. J. Martín Morales, M Arenillas Parra, C. Díaz-Guerra Jaén, R. Cortés Gimeno, M. Arenillas Girola, y D. Jiménez González: “El abastecimiento de agua romano a Augusta Emérita”, op.cit.

[14] Hasta el momento no parece que haya otra recopilación que la de N.J. Schnitter: A history of dams, Rotterdam, 1994, de la que tomo los datos de esta tabla (corrigiendo algunas carencias y errores relativos a España) y de la siguiente. (Hay traducción española, publicada por el Colegio de Ingenieros de Caminos –Historia de las presas- en 2000).

[15] En estas relaciones nos hemos limitado a señalar las mayores presas de las que se tiene alguna referencia, pero es evidente que con presas de menor altura también se pueden lograr grandes embalses; es, por ejemplo, el caso, en España, de la presa de Consuegra, en Toledo, también de época romana.

[16] J.C. Castillo Barranco: Tipologías y materiales de las presas romanas en España, op. cit.

[17] En Portugal hay citadas diversas presas en la cuenca del Tajo y el Guadiana, de dimensiones medianas en general. Puede verse al respecto A. de Carvalho Quintela, J.L. Cardoso y J.M. Mascarenhas: Aproveitamentos hidráulicos romanos a sul do Tejo", Lisboa, 1986.

[18] Sobre estas cuestiones puede verse: M. Arenillas “Hidrología e hidráulica en el solar hispano. Las presas en España”. Ponencia en el I Congreso de Historia de las Presas, Mérida, 8 a 11 de noviembre de 2000, Mérida, 2002.

[19] Es posible que en algunos casos los romanos hayan recurrido a presas exclusivamente de tierras. No se ha conservado ninguna de estas hipotéticas estructuras, pues algunas de ellas, que se han citado como romanas, resultan siempre obras mucho más recientes, lo cual no es raro, pues con los problemas que tuvieron los constructores latinos para el dimensionamiento y la construcción de aliviaderos, de haber construido algunas obras de este tipo es casi seguro que pronto habrían sido arruinadas por la acción fluvial.

[20] Cf. F. Aranda et al El sistema hidráulico romano de abastecimiento a Toledo, op.cit. y  L. Arenillas et al: “El abastecimiento de agua a Toledo en época romana”, en Historia del abastecimiento y usos del agua en la ciudad de Toledo, op. cit.

[21] Cf. Confederación Hidrográfica del Guadiana-Ingeniería 75, S.A.: Estudio de caracterización del sistema hidráulico de las conducciones romanas a la ciudad de Mérida (Badajoz), op. cit. y : J. Martín, M. Arenillas, R. Cortés, C. Díaz-Guerra y L. Arenillas: “El sistema hidráulico de Cornalbo en Mérida”, op. cit.

[22] Cf. Centro de Estudios Históricos de Obras Públicas-Ingeniería 75, S.A. Estudio de actuaciones para la rehabilitación de la presa romana de Proserpina en Mérida, Madrid, 1992 (inédito). Confederación Hidrográfica del Guadiana-Ingeniería 75, S.A.: Estudio de caracterización histórica, funcional y constructiva del sistema hidráulico de Proserpina T/M de Mérida (Badajoz), Madrid, 1995 (inédito). M. Arenillas, J. Martín y A. Alcaraz: “Nuevos datos sobre la presa de Proserpina”, Revista de Obras Públicas, nº 3311, Madrid, junio 1992, pp. 65-96. A. Alcaraz, M. Arenillas y J. Martín: “La estructura y la cimentación de la presa de Proserpina”, IV Jornadas Españolas de Presas, Comité Nacional de Grandes Presas, Murcia, 1993.

[23] Sobre los detalles de esta obra, véase M. Arenillas,  C. Díaz-Guerra y R. Cortés: “La presa romana de Almonacid de la Cuba”, en VV.AA.: La presa de Almonacid de la Cuba. Del mundo romano a la Ilustración en la cuenca del río Aguasvivas, op. cit.

[24] Para una estructura de sección rectangular y peso específico medio de 2 t/m3 (que debe aproximarse bastante al de las fábricas romanas), la estabilidad al vuelco estricta se consigue con una altura doble del espesor, incluyendo, como es lógico, el efecto de la subpresión, circunstancia que, muy probablemente, los romanos no sabían valorar, a pesar de Arquímedes.

[25] VV.AA. El acueducto romano de Caesaraugusta, Madrid, 1994.

[26] Cf. F. Aranda Gutiérrez, J. Carrobles Santos y J.L. Isabel Sánchez: El sistema hidráulico romano de abastecimiento a Toledo, Toledo, 1997 y también L. Arenillas, M. Arenillas, C. Díaz-Guerra y J.M. Macías: “El abastecimiento de agua a Toledo en época romana”, en Historia del abastecimiento y usos del agua en la ciudad de Toledo, Madrid, 1999., op. cit.

[27] Se ha apuntado también como destino de las aguas de Almonacid, la propia ciudad de Caesaraugusta, creada por Augusto en fechas próximas a las de la construcción de la presa. Tampoco en este caso se han localizado restos de la conducción que, en cualquier caso, casi triplicaría la distancia a Celsa y habría supuesto una obra muy compleja.

[28] Sobre el aterramiento de este embalse de puede consultar J.I. Hereza, M. Arenillas, C. Díaz-Guerra y R. Cortés: “Un ejemplo histórico: el aterramiento del embalse romano de Almonacid de la Cuba”, Congreso de Grandes Presas, Valencia, 1996.

[29] Cf. J.C. Castillo Barranco: Tipologías y materiales de las presas romanas en España, op. cit

[30] Cf. Confederación Hidrográfica del Ebro-Ingeniería 75, S.A. Estudio de la presa de la Ermita de la Virgen del Pilar. Monforte de Moyuela (Teruel) (inédito), 2000.

[31] Cf. J.C. Castillo Barranco: Tipologías y materiales de las presas romanas en España, op. cit

[32] Cf. J. Martín, M. Arenillas, R. Cortés, C. Díaz-Guerra y L. Arenillas: “El sistema hidráulico de Cornalbo en Mérida”, op. cit.

[33] Cf. J.C. Castillo Barranco: Tipologías y materiales de las presas romanas en España, op. cit.


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