
TECNOLOGÍA PORTUARIA ROMANA
Publicado en la Revista Obra Pública Ingeniería y Territorio
nº 56
Monográfico Ingeniería e Historia II
Colegio de Ingenieros de Caminos Canales y Puertos
Septiembre de 2001
TRAIANVS © 2002
Introducción
"La historia de Roma representa el último eslabón de la historia
antigua de los países de la cuenca del Mediterráneo. Desde tiempos
antiquísimos surgieron en las costas del mar Mediterráneo formaciones de
clases y fueron echadas las bases de la civilización antigua..."[1],
así comienza su libro el historiador ruso Kovaliov, y sintetiza lo que
supuso para la ingeniería marítima la civilización romana: el compendio
del saber y la sofisticación de la tecnología portuaria hasta límites
no alcanzados hasta el siglo XVIII con el comienzo de la era industrial.
Cuando la arqueología y la reconstrucción paleogeográfica ponen a la
luz estructuras portuarias de la grandiosidad del puerto Antiguo de Faros,
descubierto por M. Gaston Joudet entre los años 1910 y 1915[2]
y datado por Du-Plant y Taylor[3]
entre el 1900 y 1800 a. de C. o por M. Vigueras[4],
hacia el 2000 a. de C., aunque estas fechas hay que ponerlas como referencias
en el tiempo, pues de la Peña ha determinado al menos cuatro fases de
desarrollo en él.

Cabría preguntarse, si estas primeras civilizaciones mediterráneas,
minoica y egipcia, fueron capaces de realizar tamaña empresa de ingeniería
portuaria, con una superficie total de explanación mayor de 500.000 m2
y una longitud de muelles en torno a 5 km. Qué no serían capaces de hacer
los constructores e ingenieros portuarios romanos dos mil años después.
Pero la técnica y los logros alcanzados en este campo por los romanos
son muy difíciles, prácticamente imposibles de conocer, solamente puede
intuirse por los pocos restos buscados, encontrados y estudiados, y por
la escasa referencia escrita que ha llegado hasta hoy.
Pero, como han puesto de manifiesto algunos eruditos del tema, a veces
resulta imposible interpretar restos arqueológicos, si no se tiene en
suficiente conocimiento técnico del tema y ello suele tener un techo para
los profesionales de la arqueología e historia. Además, el único
escrito técnico de la antigüedad se halla en Vitruvio, que no pasa de
ser un compendio general de la construcción, que ha pasado por diversas
manos transcriptoras y traductoras y en el que se han perdido las figuras
que al texto acompañaban.
En este artículo, pretendo aproximar al lector al conocimiento que se
poseía en aquella época de esplendor histórico del imperio romano de la
tecnología portuaria. Y espero que, tras su lectura, aprecie la
grandiosidad que se alcanzó en el desarrollo técnico en aquella época y
deseche mitos que hasta hoy hemos oído hablar minimizando el conocimiento
portuario y marítimo que tenían entonces, y del que con el estudio
intentamos ir desvelando mi compañero y colaborador Juan Manuel Prada
Espada y yo, ayudados por Carlos Redondo.
Concepto de puerto y organización portuaria
Para conocer qué concepto tenían los antiguos sobre puerto, debe
leerse con cuidado algunos textos clásicos. El único texto técnico
antiguo que se ha conservado pertenece a Vitruvio; es el famoso el tratado
titulado «Los diez libros de arquitectura». El capítulo 13º del libro
V, titulado «De los puertos y de las obras de albañilería bajo el
agua», es el que contiene muy condensado, parte del conocimiento y de las
formas de hacer de los ingenieros civiles romanos que se dedicaron a las
obras marítimas en aquellos tiempos. Este capítulo comienza
definiendo las características primordiales que debe poseer todo puerto:
"No debo pasar en silencio las ventajas de los puertos y de qué
manera es posible hacerlos capaces para que sirvan de abrigo a las naves
durante las tempestades.
Estos puertos, cuando la Naturaleza o el lugar les presta condiciones
favorables y tienen escollera, cabos o promontorios prolongados, y cómo
consecuencia forman naturalmente en su interior arcos o recodos,
ofrecerán sin duda las mayores ventajas. Bastará entonces construir en
torno suyo pórticos, atarazanas, almacenes y estradas para las
mercancías, y desde allí calles hasta los mercados...."
Así, por tanto, los romanos sabían diferenciar entre fondeadero;
lugar más o menos abrigado de la costa donde lanzar el ancla para
comerciar durante pocos meses al año o para protegerse de los temporales,
y puerto natural o artificial; espacio de aguas tranquilas para el amarre
de los barcos, con la función añadida del intercambio comercial entre el
mar y la tierra.
El desconocimiento de que, en esa y en anteriores épocas, se tenían
muy claros estos conceptos, ha originado ciertas confusiones al estudiar y
traducir escritos clásicos y al interpretar algunos restos
arqueológicos. Un ejemplo de ello, es la polémica suscitada en torno a
la existencia del puerto romano de Tarragona, de la que algunos autores no
dudan, a pesar de que Estrabón (III,4,7) afirma textualmente que
"...La primera ciudad es Tarrakon, que, aunque no tiene puerto, esta
levantada sobre un golfo..."[5].
Cuando Estrabón escribe que la ciudad no tiene puerto, no niega la
posible existencia de un malecón como abrigo de un fondeadero más o
menos grande, lo que dice de forma implícita es que, a pesar de que
existía un golfo, el lugar no reunía las condiciones necesarias para ser
considerado como puerto, tal y como Vitruvio y los antiguos entendían ese
concepto; así, Polibio (X,1) escribe: "...cualquiera que venga de
Grecia... ha de fondear en el puerto de Tarento y celebrar aquí los
cambios y negociaciones que tenga con todas las ciudades de la costa. Se
puede inferir la situación de esta bella ciudad por la fortuna que
hicieron en otro tiempo los crotonianos, los cuales no teniendo más que
unos fondeaderos de verano a donde abordaban poquísimas embarcaciones
consiguieron sin embargo inmensas riquezas, no por otra causa, en el
concepto común, sino por la oportunidad del lugar...". Si esto
es así, los que hoy sostienen que en la ciudad de Tarragona hubo un
puerto romano, no tienen el mismo concepto de puerto que los ingenieros
civiles romanos, siendo el de estos últimos análogo al que mantiene la
Ingeniería Portuaria actual. Si bien pudiera haberse construido un puerto
con posterioridad a que Estrabón escribiera su «Geografía», en el
siglo I a. de C., como así lo apunta Fernando Ramblau, que ha querido ver
algunos restos de pilares en cartografías antiguas de Tarragona: restos
de un dique-muelle de arcadas; pero tal afirmación no se encuentra lo
suficientemente bien documentada ni contrastada.
La dominación romana de las costas supuso la dominación de sus
puertos y de las rutas comerciales que confluían en ellos; pero la
actividad y trafico naval se complementó con un desarrollo
importantísimo de las rutas terrestres; creando Roma una red viaria que
ha llegado a utilizarse hasta el siglo XVIII. Esta red tan tupida de vías
terrestres transformó todas las zonas de influencia de los puertos:
anteriormente existían una multitud de puertos importantes, y con en
desarrollo viario romano aumentaron espectacularmente la zona de
influencia de los puertos, quedando en uso solamente un reducido número
de grandes puertos -Ostia, Puteoli, Gadir, Alejandría,...- y una serie de
puertos pequeños de escala, locales y cabotaje. Normalmente, estos
grandes puertos no eran exclusivamente un puerto, sino una agrupación de
instalaciones portuarias; como así sucedió con el puerto de Gadir el
cual englobaba tanto en propio puerto de Gadir [Cádiz] como Portus
Gaditanus, los astilleros situados en el actual Puerto Real,...; o
Puteoli que englobaba a diversos puertos alrededor del golfo de Nápoles
como el propio puerto de Puteoli, Miseno, Nápoles,....
Conocimiento técnico para el proyecto de obras portuarias
Buscando hasta la más pequeña referencia técnica en autores
clásicos como Vitruvio, Estrabón, Mela, Herodoto, Polibio, Quinto C.
Rufo, Flavio Josefo, etc. y estudiando la documentación arqueológica
disponible, se puede afirmar que los ingenieros romanos dedicados a las
obras civiles dominaban la construcción de cualquier tipo de estructura y
los conocimientos técnicos relacionados con ella.
Es de destacar que los que se dedicaban a las obras marítimas y
portuarias conocían ampliamente su oficio. Distinguían claramente entre
un simple fondeadero y un puerto, natural o artificial, exigiendo al
puerto una serie de servicios básicos tal y como hoy en día se hace
(Polibio X-1, Vitruvio V-13). Sabían, de acuerdo con el hacer de su
tiempo, que la condición mínima que debía tener una zona de costa para
construir en ella un puerto artificial era la existencia de una playa
apropiada insuficientemente protegida del oleaje (Vitruvio
V-13).
Estos ingenieros entendían que la disposición en planta de un puerto
se configuraba con una playa en la que a un lado de ella, o generalizando
el concepto, a ambos, se disponían el o los diques exteriores que
proporcionasen el suficiente espacio de aguas abrigadas a los barcos.
Sabían también que tipo de obras auxiliares; almacenes (horreas),
pórticos, atarazanas, y estradas, debía tener todo puerto, natural o
artificial (Vitruvio V-13).
Los ingenieros portuarios conocían la necesidad de realizar estudios
técnicos para determinar racionalmente el lugar de la costa más adecuado
para ubicar el puerto, y decidir, entre los diferentes tipos de
estructuras marítimas, la que se debía construir. Estos trabajos previos
consistían en estudios sobre el clima marino de la zona a fin de
determinar la disposición en planta del puerto y la de sus obras
exteriores, posibilitando así, entre otros condicionantes, el máximo
aprovechamiento de los vientos en su bocana (Flavio Josefo I-16) y el tipo
de estructura de defensa que se emplearía en la construcción del dique
(Vitruvio V-13).
También hacían estudios geotécnicos sobre la naturaleza de los
fondos, bien mediante sondas (Herodoto II-5) o utilizando urinatores[6]
para que tomasen muestras del lecho marino. Con ellas podían conocer su
calidad y capacidad portante y en función de ellas, además de fijar el
emplazamiento de la obra, elegir el tipo de cimentación. Estos trabajos
permitían saber, si la calidad de los fondos era mala, el tipo de
saneamiento a realizar en el lecho marino para encontrar el firme y
determinar así la cantidad de material a dragar hasta alcanzarlo, e
incluso, en función del tipo de cimentación, que longitud de tablestaca
se tendría que hincar en el fondo para conseguir un recinto estable
(Vitruvio III-4 y V-13).
Los ingenieros romanos conocían la importancia de una buena
comunicación terrestre entre el puerto, la ciudad y su zona de influencia
(Vitruvio V-13). Habitualmente los puertos estaban en las proximidades de
las ciudades, pero en aquellos casos en los que estaban aislados de los
centros urbanos, a su alrededor se construía una muralla con el doble
objetivo de servir de control comercial-aduanero y de defensa frente a
agresiones externas (Flavio Josefo I-16).
Estos técnicos dominaron diferentes formas constructivas para un mismo
tipo de estructura en función del material disponible en obra, de las
solicitaciones del oleaje y de la capacidad portante de los fondos
(Vitruvio V-13). También fueron capaces de definir el mejor proyecto para
la construcción de una determinada estructura, en el que fijaban sus
fases en función de la forma constructiva elegida para la realización
del dique.
La ingeniería civil romana y sobre todo la rama que se dedicó a las
obras en el mar, experimentó un gran avance respecto de los logros
alcanzados en este campo por otras culturas del Mediterráneo cuando
descubrió la forma de fabricar morteros y hormigones hidráulicos
utilizando tierra de las regiones de Cumas y de Bayas[7]
compuestas por polvo puzolánico y conocida en su tiempo por carbúnculo.
Las obras que debía poseer un puerto para considerarlo como tal eran
las mismas que hoy en día se consideran y que pueden clasificarse en:
Obras exteriores u obras de defensa
Obras interiores
Obras auxiliares
Y estos tres grupos de obras portuarias son los que se irán comentando
en los apartados siguientes.
Obras exteriores
Las características más importantes y tipos de obras exteriores o de
defensa portuarias pueden estudiarse en base a los escritos del Arquitecto
Romano. Comienza Vitruvio la exposición del capítulo (V, 13) diciendo:
"No debo pasar en silencio las ventajas de los puertos y de qué
manera es posible hacerlos capaces para que sirvan de abrigo a las naves
durante las tempestades...".
"...Estos puertos, cuando la Naturaleza o el lugar les presta
condiciones favorables y tienen escollera, cabos o promontorios
prolongados, y cómo consecuencia forman naturalmente en su interior arcos
o recodos, ofrecerán sin duda las mayores ventajas....". Enumera en
estas líneas las características morfológicas que debía reunir una
zona del litoral para ser utilizada como puerto natural y las formaciones
costeras que debía tener: acantilados, restingas, bajos, cabos,
promontorios, islas; cuya función era encalmar las aguas de sus playas,
bahías, radas o rías; a fin de ser utilizadas por los barcos como
lugares de amarre e intercambio de mercancías, zonas de varada y
reparación de averías, sitios de avituallamiento y aguada, etc.
"...Pero si no hubiera un lugar naturalmente apropiado para proteger
los navíos durante las borrascas, parece que debe procederse de este
modo: si hubiese en aquel lugar un pico que constituyera un abrigo contra
las tempestades, sino que sólo por una parte hubiera una playa apropiada,
entonces es preciso levantar del otro lado, con ayuda de mampostería,
espolones o escolleras que lleguen a formar un puerto cerrado....".
Tras leer estos párrafos, queda claro que Vitruvio era consciente de la
diferencia entre puerto artificial, protegido por obras de abrigo, y
puerto natural, que no las necesita, lo que indica que ambos tipos de
puerto eran de uso común en su época.
Estas frases explican que para construir un puerto artificial en una
determinada zona de la costa, debe haber en ella una playa parcialmente
abrigada por un cabo o cualquier otro accidente costero. Quizás, el
concepto de "...playa apropiada...", se puede traducir
mejor, en un sentido más amplio, como concavidad litoral y, debemos
apuntar también, que para construir un puerto, los ingenieros de la
época no consideraban absolutamente necesario la existencia de un
playazo. Se afirma también que, para disponer de un "...puerto
cerrado..." en una zona litoral habría que construir, según
Vitruvio, a un lado de la playa, o generalizando el concepto, en bahías
abiertas, a ambos, el, o los diques exteriores que cerrasen el paso a las
olas, creando así el área de aguas protegidas de la dársena del puerto.
El Arquitecto hace mención a la "...mampostería...", los
"...espolones..." y a las "...escolleras..." cuando
habla de construir un "...puerto cerrado...", para describir con
tres palabras, los materiales que se empleaban en las estructuras
portuarias de atraque y de defensa de uso corriente en su época, y
también, para que la gente de formación técnica que las leyese
entendiera, desde su experiencia, cual era el tipo de dique se podía
construir empleando cada uno esos elementos:
1.- "...mampostería...". Con este material se
hacían estructuras verticales empleando diferentes métodos
constructivos.
2.- "...espolones...". Se debe traducir aquí
"espolón", por el término actual "pilote". Estas
estructuras, formadas por entramados de pilotes clavados mediante
maquinaria de hinca, constituían la infraestructura de todo tipo de
obras portuarias.
3.- "...escolleras...". Realizando vertidos de
piedras de diferentes tamaños se construían estructuras de escollera
en talud similares a los actuales.
Estos tres tipos de estructuras portuarias, un dique vertical de "...mampostería...",
otro de "...escolleras..." en talud y un tercero de arcadas
aparecen representados en el mosaico romano del siglo III d. de C., hallado
en la Vega Baja de Toledo y que se encuentra en los depósitos del Museo
de Santa Cruz de Toledo.

A lo largo de la historia se han construido diques cuya tipología está
reflejada en esta misma clasificación. Del año 2000 a. de C., datan los
diques verticales y en talud que defendían el puerto Antiguo de Faros[8].
Las estructuras verticales fueron empleadas posteriormente por los fenicios,
los griegos y, como dice Vitruvio, por los romanos. Una muestra de dique
vertical fenicio se encuentra en el puerto de Akko[9]
y, como ejemplos de este tipo de obra de defensa romana, están las ruinas
del puerto de Emporion, y los restos sumergidos del dique vertical del
puerto romano de Murgi[10].

En los diques verticales romanos la superestructura formada por bloques
alcanzaba una profundidad máxima de 4 ó 5 m, colocándose en pequeñas
profundidades, sobre una cama de escollera o directamente sobre el fondo.
Para mayores calados se construía un dique de escollera en talud
sumergido a modo de infraestructura, en el que su cota de coronación, que
servía de cimiento a los bloques de la estructura vertical, se mantenía
a esa misma profundidad de 4 ó 5 m. Tanto para medianos como para grandes
calados, terminada la superestructura, era frecuente adosar un escollerado
en lado hacia el mar para que el dique disipase el oleaje de forma casi
similar a como lo hace una estructura de defensa de escollera en talud.
El ejemplo más significativo y estudiado de este tipo de dique se encuentra
en el puerto de Cesárea Marítima.
En sus estructuras portuarias, está condensado gran parte del saber hacer
de los ingenieros civiles portuarios de Roma. En la construcción del dique
y el contradique, se integraron las técnicas del vertido de escollera
de las infraestructuras, con la de cajones flotantes utilizados como encofrado
perdido de las losas de cimentación o destinados a la colocación de los
bloques de las superestructuras, y, se dispuso, como cuenco amortiguador
del oleaje, el espacio de 30,5 m comprendido entre el escollerado adosado
de defensa y las murallas que, construidas en mitad del dique, funcionaban
como su espaldón.
Vitruvio describe diferentes métodos constructivos de los diques
verticales que se empleaban en su tiempo y cómo, de forma indirecta,
indica algo sobre la construcción de las estructuras en talud. Sin
embargo, nada cuenta de las estructuras sobre "...espolones...",
que rara vez se emplearon como obras aligeradas de defensa, aunque sí
como pantalanes y como cimentación en el mar de muelles, estatuas, torres
de defensa y de señalización. En el famoso sextercio de Nerón se
aprecia que la plataforma que sostenía la estatua de Claudio en la
entrada del puerto de Ostia estaba pilotada.
Después de morir Vitruvio, se construyeron diques aligerados de arcadas
sobre pilas. El ejemplo más célebre y clásico de este tipo de estructuras,
está representado en la famosa pintura mural encontrada en Stabia, cerca
de Pompeya, que reproduce el puerto de Puteoli.
Este puerto estaba defendido por un dique[11]
de 372 m de largo, sustentado por 15 pilas de bloques de piedra volcánica
de planta rectangular de 16 m2, colocados sobre cimentaciones de hormigón
puzolánico. Los arcos de unión entre ellas estaban construidos con ladrillos
y bloques de arenisca unidos con mortero puzolánico. En el fresco aparecen
otras estructuras portuarias, como el pantalán situado al fondo del puerto
sobre peines de tres pilotes y un faro o baliza sobre la estructura de
defensa. Los restos del dique aún se podían ver en el siglo XVIII[12].
De todas las formas constructivas básicas de diques empleadas por los
ingenieros romanos cuya utilización estaba en función de la capacidad
portante del terreno, del clima marino y del tipo de materiales
disponibles para realizar la obra, se pueden enumerar las que se conocen a
través de Vitruvio (V-13)[13]:
a) Dique vertical de hormigón en masa
Las condiciones que Vitruvio enumera para decidir la construcción de
este tipo de estructura marítima eran las siguientes: existencia de una
playa apropiada, calidad de los fondos aceptable, posibilidad de utilizar
en obra el cemento puzolánico y solicitaciones del oleaje de pequeña
entidad.
Se comenzaba construyendo un recinto tablestacado mediante la hinca de
tablestacas de madera de roble. Posteriormente, se reforzaban las esquinas
con piezas en forma de L, de hierro o bronce, para evitar dañarlas al
rigidizar el conjunto mediante unas cadenas que se colocaban alrededor de
su perímetro y se traccionaban por tensores.
Rigidizado el recinto de tablestacas, cuando la capacidad portante del
fondo era óptima, se procedía a sanear sus capas superficiales dragando
al mismo tiempo que se realizaba el perfilado de la cimentación, o bien,
mediante esta misma técnica, cuando la calidad de la primera capa del
lecho marino no era del todo aceptable, se alcanzaba el firme próximo
dejando un vaciado de cimentación más profundo. El dragado del fondo se
realizaba con dragas manuales iguales a las que se han utilizado, sin
grandes variaciones técnicas, hasta principios del siglo pasado.
Posteriormente, se procedía a hormigonar bajo el agua, llenando el
recinto con el conglomerado hidráulico. Transcurrido el tiempo de
fraguado, se desencofraba retirando las tablestacas y se procedía a un
nuevo avance de la obra, repitiendo todos los pasos descritos.
Finalizada en toda su extensión la estructura, se solía coronar el dique
con un cabecero realizado mediante muros perimetrales de ladrillo o sillería
en los que se colocaban los dispositivos de amarre; doctyliums y argollas.
El hueco dejado entre ellos se rellenaba de "todo uno" y sobre
este material disgregado, compactándolo, se construía una calzada. Otras
veces este remate se hacía con un enlosado colocado sobre el material
de relleno. Su anchura, solía ser como mínimo de unos 6 m. Ejemplo de
este tipo de diques se encuentran en los conservados el Emporión y especialmente
el de Murgi.

Con un estudio pormenorizado de este puerto de Murgi podría saberse la
longitud de los tramos de avance de construcción y la capacidad de vertido
por lechada.
b) Dique vertical de bloques de hormigón:
Las condiciones que Vitruvio enumera para decidir la construcción de
este tipo de estructura marítima eran las siguientes: existencia de una
playa apropiada, calidad de los fondos aceptable, pequeños y medianos
calados, posibilidad de utilizar en obra el polvo de Puzol, solicitaciones
de fuerte oleaje o cuando la obra se iba a asentar en mar abierto.
Se arrancaba desde tierra vertiendo un primer tramo de banqueta de escollera
de regularización, siguiendo el talud natural del terreno si este no era
muy escarpado, o con un nuevo talud más suave si el natural tenía mucha
pendiente. La banqueta se prolongaba hasta alcanzar una profundidad máxima
en su coronación de 2,5 m, dependiendo esa cota del tamaño del bloque
que se colocaría encima de ella. Se continuaba con el vertido de escollera,
siempre a esa cota, hasta que el calado permitía realizar un escalón,
ganando así profundidad para colocar dos bloques sobre ella.

Una vez construida la banqueta de asiento, en su perímetro se hincaba
un recinto de tablestacas contrapeadas de píe y medio de espesor (46 cm),
y con una longitud de acuerdo al número de bloques que se fueran a
hormigonar "in situ". Las cabezas de las tablestacas
alcanzarían un nivel superior al del mar. El interior del recinto se
rellenaba de arena limpia, de playa o de río, y se enrasaba al nivel de
las cabezas de las tablestacas. Sobre esta plataforma de arena se
construían los encofrados de madera para el hormigonado de los bloques,
normalmente cinco por hilada.
El tamaño de los bloques podía alcanzar un máximo de 15 m de
longitud y 3 m de alto y de ancho. Es lógico suponer que la máxima
longitud de estos bloques vendría dada por la experiencia que los
ingenieros romanos tendrían sobre las consecuencias de
sobredimensionarlos, pues sabrían que en función de dilatación
del hormigón que empleaban, de la esbeltez de la pieza y del propio peso,
aparecerían fracturas de tal importancia que darían en ruina la obra.
Fraguados los bloques y desmontado el encofrado, se abrían a ambos
lados del recinto de tablestacas unas zapas, previamente construidas, por
las que la arena fluía hacia el lecho marino bajo la presión del peso de
los bloques y por la socavación producida por el agua del mar,
permitiendo que los bloques se asentasen lentamente en su emplazamiento
sobre la banqueta de escollera.
En la zona que llevaba dos bloques, profundidades de hasta 5 m, una vez
situado el primero de ellos sobre la escollera, se reparaban las zapas del
recinto y se volvían a repetir el método.
A medida que el calado aumentaba la banqueta se transformaba en
un verdadero dique sumergido de escollera en talud ya que con esta
estructura se podían alcanzar grandes profundidades. Cuando la obra
alcanzaba calados grandes, se abandonaba la forma constructiva
anterior y se continuaba la estructura utilizando otro método.
Consistía este en aumentar la profundidad de la cota de coronación de la
banqueta de regularización hasta los 6 o 7 metros de profundidad.
Para hormigonar los bloques que constituían la estructura vertical, se
fondeaban cajones de madera sobre el dique sumergido, utilizándolos como
encofrado perdido,. El ejemplo más importante de esta forma constructiva
para grandes calados se encuentra en el puerto de Cesárea Marítima.
c) Dique vertical de paredes de sillería:
Las condiciones que Vitruvio enumera para decidir la construcción de
este tipo de estructura marítima eran las siguientes:: existencia de una
playa apropiada, calidad de los fondos de buena a mala, pequeñas a
medianas profundidades, sin posibilidad de utilizar cemento puzolanico en
obra, solicitaciones de fuerte oleaje o cuando la obra se iba a asentar en
mar abierto.
La obra partía de tierra creando ataguías de entibaciones dobles, similares
a las empleadas por los ingenieros romanos en la cimentación de grandes
puentes. Las ataguías, estaban constituidas por dos entibaciones
de cuartones verticales de roble hincados en el lecho marino. En la parte
superior de la cara que quedaba expuesta al mar se disponían dos cuartones
horizontales en doble vía para que entre ellos se alojasen las cadenas
que rigidizaban el conjunto.

Para que el recinto una vez desecado aguantara la presión hidrostática,
en la parte superior de la cara que quedaba en seco se colocaba una sola
vía de cuartones horizontales para arriostrarla con contrafuertes. Ambas
entibaciones, la exterior y la interior, se unían superiormente clavando
cada cierta distancia cuartones transversales para soportar los esfuerzos
horizontales. Entre las dos entibaciones se colocaban sacos de enea
llenos de arcilla que una vez compactados dejaban el recinto aislado e
impermeabilizado.
Construido el recinto se procedía al achique del agua del interior
mediante tornillos de Arquímedes o cocleas, tambores o ruedas de
cangilones, aunque estas máquinas daban un menor rendimiento de achique,
o bien bombas de pistón o de Ctesibio. Desecado el recinto se aseguraban
los contrafuertes en la entibación interior y comenzaban los trabajos de
cimentación.
Para buenas capacidades portantes del terreno estos trabajos
consistían en la excavación de dos zanjas corridas de una anchura
superior al muro que iban a soportar, normalmente el doble de su grosor,
tal y como. A continuación se rellenaba las zanjas con mampostería de
piedra ligada con mortero de cal y arena, hasta enrasar con el terreno
natural.
Cuando no resultaba factible realizar un saneamiento de los fondos
debido a la presencia de estratos constituidos por terrenos poco
cohesivos, se creaba un campo de micropilotes de maderas resistentes al
agua y a las corrosiones, utilizando la técnica del chamuscado de las
puntas para facilitar su penetración en el lecho marino.
Concluida esta fase se procedía a retacar con carbón los huecos
existentes entre las cabezas de los micropilotes, extendiéndose este
relleno a los límites de la ataguía para evitar en lo posible la
erosión en el pie del dique-muelle que pudiera producirse al poner la
obra en servicio.
Finalizado el cimiento por cualquiera de los métodos descritos,
se construían sobre el los muros perimetrales de la estructura utilizando
sillería encadenada. Los sillares tenían la mayor longitud posible para
reducir al máximo el número de juntas y dar así una buena estabilidad a
los muros que formaban la parte exterior de la estructura, colocándose en
su parte superior los dispositivos de amarre; doctyliums y argollas. El
espacio vacío existente dentro de la misma se rellenaba con "todo
uno" apisonado y la obra se remataba en su parte superior
haciendo un camino de rodadura, utilizando losas, embutiendo piedras,
etc..
Estos tres tipos de estructura de defensa portuaria eran elementos básicos
que podían combinarse convenientemente para construir diques mucho más
robustos. Tal es ejemplo ya descrito y que se presenta en la figura:

Se trata de la sección tipo del dique de defensa del puerto de Cesarea
Marítima, mandado construir por Herodes el Grande. Su descripción
nos ha llegado por Flavio Josefo (I-16) y sus restos se han estudiado
minuciosamente, especialmente por Raban. La estructura base del dique
está formada por dos diques de bloques de hormigón, antes descritos, de
6 y 12 m de ancho aproximadamente y por un dique vertical de sillería.
Tras construir estos tres diques paralelos, el espacio intermedio se rellenó
de todo uno, utilizando la misma técnica que 2000 años antes habían utilizado
los ingenieros portuarios minoicos en la construcción del puerto Antiguo
de Faros. El resultado fue un dique de 61 m de anchura al que se
le adosó un manto exterior de escollera. La mitad de su ancho, 30'5 m,
se la dejó libre para que funcionase como cuenco amortiguador del oleaje,
llamado por los romanos procimia. En ese cuenco se dispuso de una
serie de canaletas hechas en el hormigón que funcionaban como red de drenaje
del agua de rebase de la ola. En la mitad del dique se dispuso de un muro
o espaldón que aislaba el cuenco amortiguador de la zona de muelles. Este
espaldón se reforzó construyendo cada cierta distancia torres de sujeción
del muro.
Obras interiores y auxiliares
Las obras interiores y auxiliares que disponían los puertos en la
antigüedad y en especial en el periodo romano se pueden enumerar tal y
como las describe Vitruvio (V, 13):"...Bastará entonces construir en
torno suyo pórticos, atarazanas, almacenes y estradas para las
mercancías, y desde allí calles hasta los mercados....", a ellas
hay que añadir los sistemas de aguada, señalización y maquinaria,
los distintos sistemas de amarre y, finalmente los edificios auxiliares
portuarios. La descripción de todos estos grupos de obras interiores, y
obras, maquinaria y edificios auxiliares se hace a continuación, que por
el espacio y fin de este propio artículo, se hace de forma resumida
Los pórticos formaban el recinto dónde se establecían las
"horreas" (tinglados, almacenes), las oficinas y otras
dependencias portuarias. Frecuentemente se construían alrededor de las
zonas de carga y descarga de mercancías. Cuando el trasdós del dique se
utilizaba como muelle, los pórticos se empleaban también como
contrafuerte o refuerzo del muro perimetral que servía servía de
espaldón, tal y como sucedía en el puerto de Cesarea Marítima.
Las atarazanas, o arsenales, se construían en la zona más al
interior del puerto, frente a las estradas o varaderos, y su estilo no
distaba mucho de las construidas por los griegos, si bien se adaptaban a
las necesidades volumétricas de la construcción naval romana. En esencia
constaban de arcadas o columnatas alineadas rematadas con cimbras y techos
de madera o de fábrica. En astilleros importantes los techados se
sustentaban sobre arcos o su peso se descargaba mediante bóvedas. En los
puertos de cierta importancia habría diques secos, al igual que el
existente en el puerto de Motya, según Blackman[14].
Los almacenes se construían en la ciudad y en el puerto, y
servían de depósito para las mercancías que esperaban su
redistribución por la zona de influencia comercial, o su estiba en los
barcos. Los almacenes dedicados a los productos básicos de alimentación
y los militares, tenían una importancia especial, normalmente
estratégica, y su control lo monopolizaba el estado[15].
Las estradas, o varaderos, rampas de pequeña pendiente por las
que se elevaba el barco a tierra desde el mar, o se botaba hacia el agua
desde tierra. Se construían colocando dos vigas de madera, paralelas
entre sí y dispuestas transversalmente a la línea de costa sobre
travesaños apoyados en la arena de la playa, o revistiendo la pendiente
con losas de piedra o de mortero hidráulico. La disposición de los
varaderos al fondo de la dársena, junto al arranque del dique del puerto,
se repite en otros hallazgos portuarios como en Murgi[16],
Bares o en el Pireo[17]. La
pendiente de la rampa variaba, pudiendo alcanzar valores de 1/14[18].
Sistemas de aguada: El servicio de aguada era esencial en los
puertos, y lo debió ser desde el comienzo del puerto como estructura comercial
y militar. En ciertos puertos como el antiguo de Ostia, el agua potable
se traía a base de un sistema hidráulico sofisticado, consistente en acueductos[19].
Solía haber un depósito de regulación de agua, como el hallado en Leptis
Magna[20]. En España, el sistema
de aguada está perfectamente documentado por los trabajos de Maciñeira[21]
del puerto de Bares, que como era general en todos los puertos, consistía
en: Un punto de captación de agua; Una conducción para el transporte de
agua: una tubería formada por piezas de barro cocido ;Un punto de salida
de agua, regulado por un depósito. La importancia que se le daba a este
servicio portuario se aprecia en que viene reproducido el mencionado mosaico
de Toledo,junto al dique vertical, como una conducción de sección
rectangular tapada.

Maquinaría: Para el izado de los barcos a tierra se disponía de
la maquinaria auxiliar del varadero, cuya existencia y utilización se
menciona en los clásicos: Homero (Iliada II-153), Heródoto (II-154)
y (II-159), Tucidides (III-15).Pero, también se emplearon grúas en estas
operaciones así como en las de estiva y desestiva, Vitruvio (X-5). Para
conocer parte de la maquinaria utilizada por la ingeniería civil romana
se debe leer el libro décimo del tratado de Vitruvio, en el que tras describir
una serie de grúas entre las que se encuentran las que se muestran en
las siguientes figuras:

las más comunes en los puertos, indica:"...Todos estos tipos de
máquinas que se han descrito hasta ahora sirven no solo para lo que hemos
dicho, sino también para cargar y descargar naves, colocándolas unas derechas
y otras echadas sobre soportes de rotación. Igualmente sin aparejos de
maderos, sino disponiéndolas en tierra, siguiendo las mismas reglas y
sirviéndose únicamente de cordajes y un sistema de poleas se pueden sacar
las naves del agua..." Si se examina con detenimiento la frase en
la que se dice que se disponían las grúas "...colocándolas unas derechas
y otras echadas sobre soportes de rotación..." y se busca entre los
registros arqueológicos datos que apoyen esta afirmación, se encuentra
que en los muros perimetrales de los muelles existieron bloques de hormigón
o de piedra en los que se había tallado un hueco circular, separados entre
si una cierta distancia, idénticos a los que aparece en los muelles de
la rivera del Tiber, en Marmorata, que alojarían los ejes de rotación
de grúas de eje horizontal como la dibujada en la figura.
O huecos verticales al pie de los muelles como los identificados por Inman
en el puerto fluvial romano de Aquilea. Destinado a albergar
el eje de una grúa vertical, del tipo que aparece en la figura.
Se podría calcular el tamaño y la robustez de las grúas de eje horizontal
indagando entre los restos arqueológicos de puertos de la época o analizando
sus descripciones, Blackman[22]:
"...Alrededor del puerto de Trajano se han conservado bloques de
piedra dispuestos regularmente en el muro del muelle cada 14-15 m; habría
probablemente más de cien. En la misma Roma había muchos a lo largo de
los muelles fluviales; alguno de los cuales con una cabeza de león esculpida
en el frente del bloque...". Con estos datos, las grúas del puerto
de Trajano alcanzarían alturas máximas del orden de los 25 m.
[1] Kovaliov, Seguei Ivanovich. Historia
de Roma, Madrid, Editorial Sarpe, 1985, p. 25.
[2] Vigueras González, Modesto. La
tecnología portuaria del siglo de oro español, Madrid, Dirección
General de Puertos y Costas, 1979, pp. 22-24.
[3] Du-Plant, F.M. y Taylor. The
design, construction and maintenance of docks, wharves and piers,
Londres, Eyre & Spottiswoode Publishers Ltd, 1949, pp. 1-24.
[4] Vigueras González, Modesto. La
tecnología portuaria... ob. cit.
[5] García Bellido, Antonio. España
y los españoles hace dos mil años (según la Geografía de Strábon),
Madrid, Espasa Calpe (Colección Austral, A 203), 1993.
[6] Constituyeron un gremio y eran
los buceadores que en los puertos se dedicaban a rescatar las mercancías
que caían al agua durante los trabajos de carga y descarga.
[7] En el tratado de Vitruvio, en
su libro 2 dedicado a los materiales de construcción, en el capítulo VI
titulado "Del polvo de Puzol", se puede leer: "Hay
también una clase de polvo que por su propia naturaleza produce efectos
maravillosos. Se halla en la región de Bayas y en los territorios que
están en las cercanías del Vesubio. Este polvo, mezclado con cal y la
piedra machacada, no solo consolida toda clase de edificaciones, sino que
incluso las obras que se hacen bajo el agua del mar tienen solidez.".
[8] Estaba situado en la margen
occidental de la antigua isla del mismo nombre, en la actual Alejandría.
Este puerto fue construido en distintas fases, una primera entre el 2000 y
el 1800 a.C. durante el reinado de la XII dinastía, en pleno Imperio
Medio, para cubrir las necesidades del comercio entre el pueblo cretense y
el egipcio. Su máximo desarrollo lo alcanzó entre el 1550 y el 1400 a.C.
cuando Egipto, bajo la XVIII dinastía, fue la nación más poderosa del
Mediterráneo oriental, llegando a sus instalaciones las mercancías del
Egeo, vía Creta, y las de Anatolia, Hatti, Mitanni y las costas
sirio-palestinas, vía Biblos.
[9] Inman, Douglas L. Ancient
ant modern Harbors: a repeating phylogeny. Proceedings of the 14th
I.C.C.E., 1974, Vol. III, pp. 2049-2067.
[10] Situado en la Laja del Palo
(Roquetas de Mar, Almería).
Peña Olivas, José Manuel de la y Juan M. Prada Espada. Murgi: un
antiguo puerto romano en Almería. Revista de Arqueología, 1995, nº
168, pp. 36-43.
[11] Blackmann, D.J. Ancient
Harbours in the Mediterranean. Part1, The International Journal of
Nautical Archaeology and Underwater Exploration, 1982, vol. 11.2,
pp.79-104.
Blackmann, D.J. Ancient Harbours in the Mediterranean. Part2,The
International Journal of Nautical Archaeology and Underwater Exploration,
1982, vol. 11.3, pp.185-211.
[12] Hamilton, William. Les
fureurs du Vésuve, Evreux, Kapp Lahure Jombart, 1992.
[13] Peña Olivas, José Manuel
de la, Juan M. Prada Espada y Carlos Redondo Morejón. Ingeniería
romana a comienzos de nuestra era. Revista de Obras Públicas, 1996,
nº 3351, pp. 55-73.
[14] Blackmann, D.J. Ancient
Harbours in the Mediterranean.,, ob cit.
[15] Morin, Étienne. El
puerto de Roma en el siglo II de nuestra era. Ostia, Bilbao, Ediciones
Mensajero, 1995.
[16] Peña Olivas, José Manuel
de la y Juan M. Prada Espada. Murgi: un antiguo puerto romano en
Almería. Revista de Arqueología, 1995, nº 168, pp. 36-43.
[17] Blackmann, D.J. Ancient
Harbours in the Mediterranean.,, ob cit.
[18] Ibidem.
[19] Ibidem.
[20] Ibidem y Morin,
Étienne. El puerto de Roma en el siglo II de nuestra... ob. cit.
[21] Maciñeira y Pardo de Lama,
Federico. Bares. Puerto Hispánico de Enlace de la Primitiva
Navegación Occidental, Santiago de Compostela, Consejo Superior de
Investigaciones Científicas - Instituto P. Sarmiento de Estudios
Gallegos, 1947(revisado y publicado por Fermín Bouza-Brey).
[22] Blackmann, D.J. Ancient
Harbours in the Mediterranean.,, ob cit.

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