INFRAESTRUCTURA VIARIA ROMANA II
Ponencia presentada y publicada con motivo
de I Congreso sobre las Obras Públicas Romanas
celebrado en Mérida el 15/11/2002
TRAIANVS © 2003
Objeto del trabajo:
La dificultad de identificación y el poco acierto en la asignación cronológica
y cultural de los caminos antiguos que en España se viene padeciendo,
ha venido siendo consecuencia del desconocimiento de las técnicas empleadas
por los constructores en cada momento cultural. En contra de lo que pudiera
parecer de antemano, no es tan complicada la diferenciación del proceso
tecnológico empleado en la construcción de los viejos caminos y aún menos
si se trata de los pertenecientes a época romana, ya que estos son los
que más se diferencian de lo antiguos posteriores.
Parecida relación puede establecerse con las otras obras de la ingeniería
romana, tales como puentes, acueductos, puertos, etc. A fin de cuentas
son los frutos de una ciencia ingenieril bien desarrollada y evolucionada
que no vuelve a ser superada hasta muchos siglos después, bien avanzada
la época moderna.
Por eso creo que es importante, para llegar a una comprensión meridiana
de la cronología del camino, la sistematización de sus características
en función de la metodología constructiva empleada y sobre todo de los
fines buscados con la planificación y construcción del camino, que son
los que en definitiva condicionan el diseño final de la infraestructura.
Este tipo de ordenación de las características técnicas y estructurales
de los caminos debería de constituirse en una de las claves más importantes
a considerar tanto en los trabajos de prospección como en los de identificación
de este bien patrimonial, cuestión esta que no puede abordarse con éxito
si no es desde el ámbito pluridisciplinar, en el que no debe de estar
ausente el ingeniero especializado.
En los últimos años, he tenido ocasión de observar, en el proceso de
identificación y análisis realizado en muchos cientos de kilómetros de
caminos, una serie de factores repetitivos que acompañan a los de época
romana y que sin embargo no se encuentran en los que por diversas causas
no se pueden asignar a esta civilización a pesar de ser también antiguos.
Cuando nos hemos ocupado en otras ocasiones de las características de
trazado y afirmado de los caminos antiguos, romanos o no, observábamos
que la diferencia más acusada entre los caminos romanos y los de otras
épocas de la antigüedad, es la refinada tecnología empleada en los primeros
por los ingenieros de esta vieja civilización [1] :
La inteligente elección del corredor más adecuado, el muy cuidado perfil
longitudinal, en ocasiones exquisito, las magníficas y costosas soluciones
constructivas para el drenaje de la plataforma, a base de elevados y prolongados
terraplenes y los espectaculares atrincheraminetos en la dura roca, hacen
de los caminos romanos excelentes y duraderas (eternas) carreteras sólo
superadas en algunos aspectos por las que modernamente estamos construyendo.
Incluso en las zonas de montaña el trazado es inmejorable. Todos los
pasos romanos de los Alpes están provistos de revueltas en la ladera que
prolongan el trazado lo suficiente hasta lograr pendientes aceptables
para el tráfico carretero [2] . En España se conoce bien el trazado de la Via Nova
(A18) de Asturica a Bracara en Galicia, en las peores condiciones
orográficas de la península, lo que no supuso cortapisa alguna a los técnicos
romanos para implantar un extraordinario trazado carretero no superado
ni por la moderna carretera
[3] .
Es admirable la valentía con la que se afrontaron importantísimos movimientos
de materiales en una época en la que los rendimientos en la excavación
y el transporte no guardan relación con lo que hoy conocemos.
Aún hoy pueden verse en muchos sitios del viejo Imperio elevados terraplenes
de decenas de kilómetros de longitud que superan los ocho metros cúbicos
por metro lineal de material pétreo, transportado y puesto en obra a base
de capas sucesivas bien configuradas, con tamaños a veces muy gruesos
en cimentación y más finos arriba y adaptándose perfectamente a los materiales
adecuados disponibles en la zona. Las cifras así resultantes, en desplazamientos
de materiales, medios y mano de obra, resultan escalofriantes.


Los caminos antiguos, posteriores a los construidos por la ingeniería
romana, denotan una decadencia tecnológica en consonancia a la acaecida
en las otras ciencias, artes y aspectos de la vida.
A pesar de todo, demasiadas sendas empedradas sin ningún tipo de técnica
avanzada de construcción, han sido imputadas a la época romana. Tantas,
y algunas tan repetidas en la documentación existente, que la recalcitrante
resistencia a su descatalogación hace buscar nuevas explicaciones, tales
como la coexistencia de este tipo de construcciones con las expléndidas
carreteras romanas o la aceptación del hecho de que en documentos como
el Itinerario de Antonino también se describirían este tipo de malos caminos
[4] .
Mi opinión es que este tipo de caminos de uña [5] , al estar dotados de una tecnología neolítica,
si no anterior, empleada por todas las culturas conocidas incluso de la
América precolombina [6] ,
y habiendo sido aplicada hasta hoy en día con mucha profusión, por ejemplo
en la cornisa Cantábrica cuando los pastores han querido consolidar sendas
ganaderas, tienen por ello un carácter intemporal y no deben por tanto
identificarse con las culturas o civilizaciones que se sirvieron de estas
sendas más o menos elegantes, las construyeran o no.

Dicho esto, y manifestando el obligado respeto a este tipo de hipótesis
de romanidad, desde estas líneas quiero pedir a quienes sigan queriendo
que estos caminos sean romanos, en el nombre de la propia ciencia de la
ingeniería, el mismo respeto que merecen los profesionales que la practicaron
tan brillantemente en el viejo Imperio. De forma que al menos estas sendas
y malos caminos empedrados no sean imputados a profesionales con esta
formación ni por ende a la Administración Romana que no tenía por que
confiar estas obras si no a sus propios y magníficos técnicos.
Precisamente esta poderosa combinación de técnica y organización administrativa
posibilitó la construcción y mantenimiento de tan extraordinaria red de
carreteras y de la ingente cantidad de otras impresionantes obras públicas
en general, obras que junto con su soporte administrativo se vinieron
abajo al unísono.
De las varias y complejas claves que permiten la correcta identificación
de las vías romanas, en esta ocasión, quiero detenerme especialmente en
analizar uno de los aspectos que probablemente ha sido el más incomprendido
y peor documentado de entre las ya desconocidas características técnicas
de las vías romanas: la capa de rodadura.
Aspectos generales de la estructura del firme:
Vengo insistiendo en mis escritos en el concepto erróneo, tradicionalmente
repetido, sobre el hecho de que las vías romanas interurbanas se rematasen
con losas en superficie. No me extenderé demasiado en ello ahora, aunque
nunca sea suficiente esta insistencia dado la pertinaz cerrazón de muchos
autores en asumir este concepto, situación más común y osada en aquellos
que normalmente no han llegado a ver ninguna vía romana cierta o no han
tenido la oportunidad de examinar suficientemente este aspecto.
Causas de esto las encontramos: Desde la atribución a Vitrubio de conceptos
que éste nunca sacó de su pluma
[7] , hasta la interpretación más o menos interesada de algunos de
los textos clásicos [8]
que se limitan a hablar de piedra, empedrados o calzamientos sin especificar
la naturaleza de los mismos.
También se ha recurrido infinidad de veces a la extrapolación de la tipología
de las vías urbanas (calles) de las numerosas ciudades hoy excavadas,
incluida la de vías famosas como la Vía Apia [9] , en aquellas zonas donde recorre durante kilómetros
con carácter urbano el rosario de monumentos funerarios a la salida de
Roma, o a las reparaciones medievales de otras, o sencillamente a la tipología
de las muchas medievales y más modernas, de pésimas características técnicas.
Así las cosas, la casuística recogida en la bibliografía actual sobre
ejemplos determinados de secciones de firme en vías romanas es muy deficiente,
desgraciadamente. Por un lado, la escasa identificación de los caminos
romanos, condiciona la fiabilidad de lo que los textos recogen sobre este
aspecto y por otro, el poco interés y desconocimiento en general que los
historiadores que hasta ahora se han ocupado de los caminos romanos, han
mostrado por este aspecto. Gruesas y sesudas tesis doctorales sobre vías
romanas no han recogido ni una sola sección transversal del afirmado,
independientemente de que hayan acertado a dar con alguno de los caminos
construidos por los romanos.
Particularmente, aunque sólo sea por mi formación, me he interesado en
el análisis de muchas secciones del firme que he podido encontrar en vías
romanas de diversas partes del norte de España, del sur de Francia y norte
de Italia, algunas de las cuales luego enumeraremos, incluso pertenecientes
a periodos diferentes dentro de la misma civilización, como veremos. Tengo
noticias también de otras, recientemente analizadas por otros investigadores
en diversas partes, que en lo esencial son coincidentes por lo que realmente
es lógico concluir que correspondiendo a una misma época y conocimiento
tecnológico no deben de existir diferencias de diseño sustanciales entre
ellas.
Como ya apuntamos en su día, la infraestructura de las vías romanas responde
a una sucesión de capas de material pétreo cuya tamaño granulométrico
va descendiendo conforme se asciende a la superficie [10] .
Son frecuentes las piedras gruesas, a veces de gran volumen, en la capa
de cimentación, sucedidas por otras de grano más fino hasta completar
espesores de entre 60 y 90 cm totales. Sin embargo cuando la zahorra natural
abunda en el terreno, sencillamente se completa el espesor, llegando a
los 90 cm, sólo con este material de excelentes características en cuanto
a extracción, transporte, puesta en obra y capacidad portante final.

En todo caso estamos hablando de lo que modernamente definimos como firme
flexible, hoy empleado masivamente por su inmejorable comportamiento pero
inventado y generalizado por los romanos hace dos mil años.
En los firmes romanos, se observa bien en muchos casos que la disposición
de las capas se realiza con cuidado, casi artesanalmente, colocando hiladas
de piedra gruesa en los flancos de la primera capa a modo de cajeo, encintado
o bordillo de pie de terraplén. En la disposición de las capas superiores
no se sobrepasan los 25 cm de espesor, ya estén formadas con piedra de
granulometría continua (zahorra natural), piedra calcárea de mediano tamaño
recebada con finos u otro material pétreo disponible en la zona. Finalmente
se completa con una capa de rodadura en la que según lo observado todo
indica que se ponía aún más cuidado, si cabe.
La capa de rodadura en vías interurbanas:
Si analizamos las funciones y el uso que debía darse a la vía romana
comprenderemos que la capa final de rodadura tenía una importante misión
que cumplir, bien diferenciada de la de las capas inferiores.
A las capas de cimentación o de base se les encomienda la capacidad portante
de la carretera de forma que, a la vez que absorben las cargas a las que
se somete a la infraestructura, elevan a esta del suelo proporcionándola
el necesario y vital drenaje, tanto por la elevación de la cota como por
la naturaleza de los materiales que la componen.
Creo no equivocarme si digo que, esto, también lo inventaron los romanos,
aunque esta definición pudiera encontrarse hoy al pie de la letra en cualquier
manual de ingeniería de los caminos. En ninguna otra parte del mundo se
han encontrado infraestructuras de transporte anteriores a las romanas
que respondan a esta definición.
Sin embargo, la capa de rodadura debe de ser apta para la rodada de los
medios de transporte utilizados, independientemente de la magnitud de
la carga que trasladen y de la velocidad a la que se desplacen.
A modo de curiosa comparación y sin entrar a considerar cual fue primero,
si el neumático de caucho o las capas de rodadura de conglomerado asfáltico,
debemos de concluir que ciertamente están hechos el uno para el otro.
Pues bien, centrándonos en el desplazamiento por las carreteras de hace
dos mil años nos encontraríamos en orden de importancia, con la rueda
de carro, herrada o no [11]
, la uña de los animales de tiro, sin herrar según todos los indicios,
y el calzado del caminante. Lejos de ser baladíes, estas consideraciones
pueden conducirnos a una de las claves para la comprensión de la composición
de la rodadura en las carreteras romanas, como veremos.
Tal y como iremos mencionando, lo constatado en la longitud de vías romanas
que conozco, además de en las que he podido tener referencia y lo examinado
en los numerosos ejemplos donde he podido encontrar aún la capa de rodadura
de la calzada (la mayoría), es que esta se compone de material granular
en el que se da preferencia absoluta al canto rodado siempre que
existe posibilidad para su obtención.
Éste dato, inicialmente, fue para mi desconcertante toda vez que en muchos
casos este material no está presente en el terreno y por ello ha sido
obligado transportarlo desde grandes distancias.
La cuestión comprobada y a resolver sería la razón del empeño en que
el canto rodado fino, la zahorra, esté presente en la rodadura, aún más,
incluso cuando está completamente ausente en el terreno se incluye este
material en esta última capa del firme, aunque sea en menor proporción.
No es posible citar aquí puntualmente los muchísimos casos en que se
puede comprobar esto, sin embargo, citaré un número razonable de ellos
y aunque algunos son de vías aún inéditas tampoco renunciaré por ello
a mencionarlos aquí.
En general puede decirse que así ocurre en:
- Item a Mediolano per Alpes Graias Vienna: Vía Francigena
o strada delle Gallie en el recorrido desde Augusta Praetoria (Aosta
- Italia) a Bergintrum (Borg St. Maurice - Francia) y Ad Publicanos
(Albertville) por Alpis Graia (Pequeño San Bernardo).
Se trata de una vía que conserva magníficos restos de puentes a lo largo
de todo el valle de Aosta y entalles en la roca en muchos lugares con
un tramo espectacular en Donnas. Por el carácter escarpado y rocoso del
terreno, en los tramos que se conservan es muy dificil encontrar restos
del firme. Sólo se ha podido encontrar vestigios de la infraestructura
del firme, entre los entalles de la roca, en los escarpes del cañón del
río Dora Báltea en la localidad de Runaz y en menor medida en la sección
practicada por los servicios arqueológicos en la parte italiana del Pequeño
San Bernardo junto a la mansio Alpis Graia.
Es en el primero de los vestigios de Runaz donde se observa, sobre empedrado
calizo concertado en la base del firme, la presencia de canto rodado fino
componiendo al capa final del firme, en un lugar en el que la vía discurre
entallada en la roca, a media ladera, a unos cien metros sobre el nivel
del río y en terreno rocoso calizo con ausencia total de canto rodado.
En la parte francesa en la ciudad de Aime (Axima), situada entre
Bergintrum y Darentasia (Moutiers), en trabajos efectuados
por la Société Savoisienne d'Histoire et d'Archéologie [12] , se documentó una sección
lateral a base de zahorra sobre un lecho de canto rodado perfectamente
alineado, que si traigo aquí es por su paralelismo y absoluta identidad
con lo constatado en toda la Rioja en la Vía de Italia a Hispania [13] .

- Vía de Italia in Hispanias a Mediolano Vapinco trans
Alpes Cotias... ad Legio VII Geminam: Vía de Italia
a Hispania, desde Milán a León (A1):
Mencionaremos los casos más significativos del recorrido examinado en
la Provenza francesa (Via Domitia) y ya en España, en Aragón,
La Rioja y Castilla y León.
La estructura del firme de esta vía en la Provenza francesa a su paso
por Arelate (Arles), Nemausus (Nimes) y Narbo
Martius (Narbona) es bastante uniforme. Formada a base de capas sucesivas
de piedra de naturaleza variable según la capa y la disponibilidad de
material en el terreno. Existen secciones de diversa índole a lo largo
de la vía, unas visitables y explicadas en paneles informativos (Pinet)
y otras circunstanciales en las que la observación de la estructura del
firme es perfecta (Florensac).
En estas secciones se pueden ver las sucesivas capas del firme de granulometría
decreciente hacia arriba, con capa final de rodadura de zahorra de grano
fino e incluso, por encima, sucesivas capas de sedimentos y de toscas
reparaciones con piedra más gruesa. Durante muchos siglos el camino ha
sido utilizado sin interrupción y ha sufrido diversas vicisitudes, por
tanto esta estratigrafía, en la que paradójicamente hasta hoy no han reparado
mucho los historiadores [14]
, reproduce fielmente la historia del camino.

En España, el modelo no difiere mucho. Entre Ilerda (Lérida) y Osca (Huesca)
llega a verse el encintado lateral y abundante zahorra en superficie,
tal y como se comprueba en el límite de términos municipales de Sesa y
Blecua.

Entre Bourtina (Almudevar), Gallicum (San Mateo de Gállego)
y Caesaraugusta (Zaragoza), la zahorra es muy común y conforma
todo el paquete del firme, sin distinción, igual que entre Zaragoza y
Balsionem (Mallén), donde la capa de zahorra de rodadura se sustenta
comúnmente sobre otra de grandes piedras.
En Navarra se repite el canto rodado en superficie, incluso en tramos
en los que está ausente de forma natural en el terreno. Caso notable es
el tramo entre Balsionem (Mallén) y Cascantum (Cascante)
donde está ausente por completo y la ausencia de material pétreo de todo
tipo obligó a recurrir a un afirmado singular a base de capas formadas
por pequeñas lajas calcáreas [15] . Aún con todo, el canto rodado está presente
en superficie en pequeña cantidad.
En la Rioja la zahorra abunda salvo alguna excepción y todas las secciones
de firme se componen de este material, en muchos casos cuidadosamente
dispuesto en capas o cimentado sobre cantos rodados muy grandes. Pueden
verse abundantes ejemplos en Calahorra, Varea, Navarrete, Tricio y en
general en toda la provincia [16] .

En Burgos son destacables los larguísimos terraplenes entre Segasamunclo
(Cerezo de Riotirón) y Virovesca (Briviesca) coronados siempre
por gravas de grano fino traidas del Río Tirón con transportes de hasta
10 Km. [17] .

Otro tanto y más espectacular si cabe, ocurre entre Tritum (alto
de Rodilla) y la capital de Burgos con larguísimos terraplenes continuamente
elevados sobre el terreno y coronados de zahorra, aunque cimentados con
bloques calcáreos, conformando así una estructura de metro y medio de
altura total durante muchos kilómetros [18] .

Es de destacar que varias zonas presentan piedra caliza con aristas,
no rodada, y más gruesa en superficie, probablemente procedente de reparaciones
de épocas modernas en las que se usó como Camino Real, ya que en los tramos
donde el terraplén no se usa desde hace siglos y hoy está fuera de todo
camino, cubierto de hierba, como en zonas cercanas al bastión de Tritium,
se aprecia el canto rodado como único integrante de la capa superior.
Recientemente se ha procedido a realizar una cata arqueológica en esta
calzada con seccionamiento del firme, en el lugar de la Mijaradas (Millaradas)
en Hurones-Burgos, con resultados realmente espectaculares. En ella se
aprecia perfectamente la estructura del firme con hiladas de piedra gruesa
y una capa superior de grano fino de unos 30 cm de espesor, un pie romano,
en la que predomina el canto rodado. En la llegada a Deobrigula
(Tardajos-Burgos), otra sección practicada en el año 2000 dio parecidos
resultados y finalmente se comprobó en septiembre de 2002 junto al propio
Burgos.

En Palencia, donde he conocido largas longitudes de vía romana aún sin
transformar [19] , de
nuevo aparecen los terraplenes compuestos de zahorra natural en todo su
espesor, de hasta 90 cm, tres pies, entre Lacobriga (Carrión de
los Condes) y Viminacio (Calzadilla de la Cueza) y con menores
espesores hasta llegar a Camala (Sahagún). Este último tramo atraviesa
una comarca de geología singular donde el material pétreo de cualquier
naturaleza está ausente [20]
.
Precisamente entre Carrión y Calzadilla a pesar de su gran elevación
sobre el terreno y su impresionante alineación recta de más de seis kilómetros,
el hecho de estar compuesto todo el terraplén de zahorra natural impidió
a los servicios arqueológicos su identificación como vía romana, informando
favorablemente su transformación en moderno camino agrícola.

En León, en fin, de nuevo la zahorra abunda en el terreno y prácticamente
todo el páramo leonés estaba cruzado por extraordinarios terraplenes en
cuanto altura y longitud. Quedan magníficos restos inalterados en toda
la llamada Calzada de los Peregrinos entre Calzadilla de los Hermanillos
y Reliegos, hasta llegar a Lancia (Villasabariego).

También así, recuerda la gente mayor el estado de la vía romana antes
de su transformación en el tramo entre Chozas de Abajo y el río Órbigo,
con un impresionante terraplén de 10 km en perfecta alineación recta,
llamada de nuevo aquí Calzada de los Peregrinos. Correspondía este tramo
a las vías del Itinerario A32 de Asturica a Tarracone y
A34 de Asturica a Burdigala (Burdeos) en su recorrido entre
Lancia y Asturica Augusta (Astorga).
- Item a Bracara Asturicam: Vía de Astorga a Braga
(A17).
Algunas secciones practicadas en los últimos años en esta vía, por los
servicios arqueológicos correspondientes, han dado como resultado tipologías
de firme semejantes a las descritas en la vía de Italia a Hispania, reafirmando
también en este recorrido la relativa uniformidad de la tipología de la
infraestructura de las vías romanas.

- Item ab Emerita Caesaraugusta: Vía de Mérida a Zaragoza
(A24).
Esta vía se muestra hoy en todo su esplendor en la primera parte de su
recorrido, donde se la conoce como Vía de la Plata. Aunque su recorrido
hasta Salmantica (Salamanca) se conoce en general, esta vía no
está identificada con precisión y son numerosos los errores de identificación
con variantes medievales o más modernas a lo largo de su recorrido.
En la provincia de Salamanca muchos terraplenes están intactos de tal
manera que largas longitudes están integradas en los pastizales, sólo
identificables por el alomamiento del terreno, e incluso invadidas por
el bosque y la dehesa durante kilómetros aunque visibles desde una perspectiva
lateral.
Muy cerca de Salamanca se ha podido analizar la estructura del firme
de esta vía. Corresponde a características prácticamente idénticas a las
descritas hasta ahora, por ejemplo, en la vía de Italia a Hispania en
varios tramos de la provincia de Burgos. Sobre capas de empedrado concertado
de bloques calizos queda dispuesta una capa regular de 30 cm (un pie)
de zahorra natural. De nuevo el canto rodado de grano fino se encuentra
en superficie y así se constata en el resto de tramos donde éste es también
visible en superficie. No faltan tramos, donde el camino no ha caído en
desuso, en los que se aprecia material más grueso, en ocasiones no rodado
y de distinta naturaleza. Como en otros casos ya apuntados, este material
responde seguramente a reparaciones modernas del camino, ya que en donde
se encuentra abandonado desde hace siglos el canto rodado permanece en
superficie.

De las noticias que tenemos en la provincia de Cáceres [21] sabemos que la estructura
del firme de esta vía y de otras que irradiaban de Emerita responde
a estos cánones, mostrando tamaños gruesos en cimentación a veces con
encintados y tamaños más finos en superficie, siendo el canto rodado también
común en rodadura. Han dado este tipo de resultados los caminos en dirección
hacia Córdoba y excavaciones en la vía A10 hacia Hispalis (Sevilla).

En la estratigrafía mostrada en estos trabajos sobre la vía ab
Emerita Caesaraugustam (A24) se indica perfectamente la granulometría
fina y la presencia de cantos rodados en la capa superior de rodadura,
aparecida en esta ocasión bajo un sedimento de tierra vegetal.

- Vía Augusta interior y en general el grupo de vías romanas anteriores
al Imperio entre Ilerda (Lérida), Otogesa (Mequinenza) y
Iulia Lépida Celsa (Velilla de Ebro), no mencionadas en el Itinerario.
A estas vías corresponden los llamados Caminos del Diablo en la comarca
de Monegros. Estos caminos han mostrado desde siempre vestigios de su
infraestructura que les confirieron un halo de leyenda, hasta forjar así
su topónimo en el medievo.

En los últimos años han sido objeto de intervención arqueológica sacando
a la luz en algunos puntos el empedrado de cimentación con potentes y
bien alineados encintados formados por lajas calizas de gran tamaño y
piedra menor en la zona central. Sobre todo ello una capa de piedra menuda,
con notable presencia de canto rodado, componía la rodadura. A pesar de
ser muy escaso el canto rodado en la comarca y del hecho de que esta última
capa cubriera sin solución de continuidad toda la vía romana, los arqueólogos
se limitaron a retirarla a los lados, interpretando como infraestructura
de la calzada sólo el empedrado de la cimentación. Esta es una situación
que se repite de forma habitual en los sondeos arqueológicos, de manera
que cuado la infraestructura completa se compone de zahorra natural, impide
su identificación como vía romana a los profesionales implicados, como
hemos mencionado ya.

- Vías de la zona de influencia de Turiassone (Tarazona)
(A27 y A28).
Aunque estos tramos permanecen aún inéditos he tenido la oportunidad
de analizar la composición del firme de toda la longitud de las vías entre
Turiassone (Tarazona), Borsao (Borja) y Caravi (Magallón),
Turiassone y Augustóbriga (Muro de Ágreda) y Turiassone
y Cascantum (Cascante).

En función de la geología del terreno y de los materiales disponibles
estas vías presentan gruesos paquetes completos de zahorra (Turiassone-Cascantum),
o cimentados con piedra gruesa (Turiassone-Augustobriga)
o de ambos tipos según tramos (Turiassone-Borsao).
- Vías de Clunia (A27 y otras).
También en las vías de Clunia se prefirió la zahorra para coronar
las vías romanas que la comunicaban.
En los espléndidos restos que hoy se conservan de la vía entre Clunia
(Peñalba de Castro-Burgos) y Palantia (Palencia) la base compuesta
por gruesas piedras calizas se ve coronada con una capa de grano fino
donde el canto rodado predomina claramente. Este fenómeno se observa perfectamente
en todos los tramos conservados. Muchos de los terraplenes, que no sirven
de camino desde hace siglos, tienen sobre ellos encinas varias veces centenarias
en cuya base se aprecia bien la zahorra de la rodadura.
El hecho anecdótico es que la ausencia total de este material de forma
natural en el terreno hace que hoy, para los arreglos de los caminos de
los términos municipales atravesados por esta vía, las zahorras se transporten
desde unos diez kilómetros de distancia, como ocurre en los términos de
Arauzo de Torre y Caleruega.

- Vías de Castilla La Mancha (A24, A25 y A31).
Estudiadas por Palomero Plaza [22] , corresponden al tipo de secciones reseñadas hasta ahora en
las vías precedentes. También se realizaron cortes estratigráficos en
los que se pudo comprobar este extremo, tal como el realizado en la localidad
de Uclés (Cuenca).
- Vía Romana de la Costa Cantábrica.
Incluso en terrenos donde la roca caliza lo domina todo y los aluviones
escasean y son de escasa entidad he podido encontrar gravas aplicadas
masivamente en la construcción de los viejos caminos romanos.
Desde la Colonia Flaviobriga (Castro Urdiales) hasta el Portus
Victore y el Portus Blendium (¿Santander?), siempre
se sospechó de la existencia de una vía de origen romano. Se la ha dado
en llamar vía de Agrippa [23] , como tantas veces sin una base fundamentada
que apoye tal denominación, y sirvió de fundamento a las comunicaciones
de la cornisa cantábrica en especial al Camino de Santiago.
Entre Castro Urdiales y Santander, con motivo de la construcción de la
moderna Autovía de la Costa, la vieja carretera ha sido desviada frecuentemente
y seccionada en no pocos sitios. Una de esas secciones, donde el paso
obligado por la orografía la hace coincidir con el camino de todos los
tiempos, en el lugar de Cerdigo, ha dejado al descubierto la composición
del firme de todas las épocas. Sorprendentemente el más antiguo de todos,
muy por debajo del moderno, está formado por un potente espesor de zahorras.
Este tipo de material no se encuentra en el terreno a una distancia menor
de ocho kilómetros del punto del hallazgo y tampoco se empleó en las capas
superiores del firme moderno.

- Algunas noticias del pasado:
Tal vez el primer investigador de vías romanas en España del que conservamos
sus descripciones sea Lorenzo de Prestamero. En sus escritos queda constancia
de la atención prestada a la singularidad de algunos de los materiales
empleados en las vías romanas.
Este cura erudito trató de identificar a finales de la década de los
setenta del siglo XVIII varias vías romanas en el norte de la peninsula,
con desigual fortuna. Sin embargo, el vio personalmente varias de las
más evidentes, excelentemente conservadas entonces, como la Via
de Italia in Hispania (A1) en Burgos y La Rioja y algunos tramos de
la Asturica Burdigalam (A34) mostrando su admiración hacia
estas construcciones.
Conviene resaltar algunos de sus párrafos en cita textual [24] :
Saliendo de Briviesca hacia Cerezo... "se conserva una línea de
cascajo, que precisamente se trajo de alguna distancia, pues no se halla
de su especie en todo lo demás de aquél terreno. Luego que se sube
a lo alto se ve el camino por un gran trecho inculto, que revuelve de
mediodía a Norte, para evitar algunos valles que se presentan a la vista.
El lecho de este camino es de piedra de yeso cubiertas con cascajo,
y sigue por debajo de Cerezo, Quintanilleja, Tormantos, Leiva, Herramélluri,
Villalobar, San Torcuato, Valpierre, Hormilla, Nájera, Navarrete, Logroño,
Varea, Calahorra, Alfaro, Zaragoza. En todo este largo trecho, a más de
los vestigios constantes de su dirección, se hallan muchos trozos enteros
del camino romano, que he visto, particularmente en lo de Villalobar,
San Torcuato, Valpierre, Calahorra, Logroño, Alfaro, de los cuales están
algunos como si se acabasen de hacer...".
Personalmente he tenido la oportunidad de recorrer, estudiar y publicar
toda la Vía de Italia a Hispania en el recorrido aquí reseñado por Prestamero
y no puedo sino certificar la precisión de sus descripciones. En cuanto
al estado de conservación actual, aún perviven varios de los tramos de
los indicados por él, si bien en un estado lamentable equivalente a la
sombra de lo que Prestamero vio.
No menos interesantes son algunos de los testimonios gráficos conservados
de los primeros investigadores de este tipo de monumentos de la antigüedad
que son las vías romanas.
Una sección de gran interés, dibujada y explicada por su autor Fernando
Rodríguez en 1796, ha llegado hasta nuestros días tras ser depositada
en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. De este autor, discípulo
del ilustrado Manuel de Villena, a la sazón protegido de Carlos IV, se
conocen hasta sesenta láminas
[25] .
Una de ellas corresponde a dos secciones de la vía ab Emerita
Caesaraugustam a su salida del puente del Albarregas, en Mérida. En
ellas se ve y se describe claramente un terraplén compuesto de hiladas
de piedra de tamaño decreciente según se asciende con la presencia de
encintados de pie de terraplén y de bordillo en la parte superior y con
capa de rodadura diferenciada del resto del terraplén a base de canto
rodado (zahorra).
El autor describe así esta última capa: "... y como medio pie,
remata en almendrado, construido de greda, arena, guijarro menudo, fuertemente
apisonado."
Es de destacar el paralelismo de esta sección con la recientemente excavada
en las Mijaradas en Burgos, en la Via de Italia in Hispanias,
a la que nos hemos referido. Prácticamente son idénticas.

Ya en el siglo XIX, el propio Eduardo Saavedra, en su obra descriptiva
de la vía romana de Uxama (Burgo de Osma) a Augustobriga
(Muro de Ágreda) [26] , nos dibuja varias secciones
transversales de la vía romana correspondientes a los vestigios que encontró.
Aunque la descripción literaria de la vía, más volcada en el aspecto humanista
que en el técnico, no se detiene a analizar estas secciones ni la infraestructura
del camino, estos gráficos nos aportan aspectos interesantes que conviene
resaltar.
En ellos se observa perfectamente como las capas superiores siempre se
componen de material granular y como la última de rodadura es de granulometría
más fina que la anterior.
A pesar de esta observación gráfica acertada de Saavedra, en el texto
se limita a asumir las teorías de Bergier [27] , basadas en los inexistentes
párrafos de Vitrubio.

Otro ingeniero contemporáneo a Saavedra, Cipriano Martínez, describió
primorosamente numerosas calzadas de León y Palencia. Sus escritos permanecen
inéditos hasta la fecha.
En ellos describe, dibujando su trazado, un gran número de kilómetros
de vías romanas. Su ojo técnico y la precisión en la identificación de
las calzadas que trata son superiores a los de Saavedra, el número de
kilómetros por él encontrados también. Sin embargo, no disfrutó de la
elevada formación humanística de Saavedra al que él consideraba su maestro.
Martínez recorrió y midió personalmente todos los tramos de las vías
de Asturica-Tarracone, Asturica-Caesaraugusta y Mediolano-Legio
VII (de Italia in Hispanias) en su recorrido por León y parte
de Zamora y Palencia.
Describió las vías entre Astorga, León, Lancia, Sahagún y Carrión,
donde pierde la pista de la vía de Italia a Hispania [28] y otra entre Astorga, Benavente
y Palencia.
En sus descripciones de 1874 nos habla vehementemente con párrafos como
estos:
"Cuando el terreno lo permite se prolongan las alineaciones cuanto
es posible, marchando siempre con un pequeño terraplén, hasta en el cruce
de las divisorias, y jamás en desmonte o a media ladera".
"La superficie de las vías está afirmada con cantos rodados de
todos los tamaños y sin machacar, mezclados con arcilla, formando el todo,
una tosca pudinga de más de sesenta centímetros de espesor y con un
fuerte bombado".
Realmente, este ingeniero de Caminos está describiendo con mucho rodeo
una zahorra natural puesta en obra, material hoy tan generalizado en la
construcción de carreteras y de tan raro uso en su época.
Esta misma circunstancia sería la causa de que unos años antes, en 1840,
los capitanes de Estado Mayor Rafael Assin y Fernando Monet en su reconocimiento
militar [29] del camino
entre Carrión (Lacobriga) y Calzadilla de la cueza (Viminacio)
se expresen en estos términos tan rebuscados: "Desde aquí el camino
empieza a seguir una vía romana cuyo excelente estado causa admiración.
En ella, las menudas piedras que la forman se han unido tan fuertemente
con la argamasa que las ligaba, convirtiendo la adherencia en cohesión,
que constituye una sola roca compacta. Su dirección es muy
recta, como lo eran siempre estas calzadas, su anchura de unos 20 pies
y aunque esta dimensión supone el paso cómodo de dos carruajes de frente,
sólo uno puede verificarlo con aquella circunstancia y con seguridad,
a causa de la mucha elevación del centro y curvatura de la superficie [30] . El terreno que atraviesa
es una bastísima llanura erial y perfectamente unida que se prolonga en
todas direcciones ofreciendo un excelente campo de acción a la caballería;
su piso es preferible en verano al de la calzada romana, porque el suelo
pedregoso de ésta hace molesto el tránsito, pero en invierno cuando las
lluvias continuadas reblandecen aquel, especialmente si sobreviene alguna
helada, es indispensable transitar por el camino".
Este mismo camino, que personalmente he conocido en el mismo estado en
que aquí se describe, fue transformado en camino moderno en 1998.
La capa de rodadura en vías urbanas:
La función de las vías urbanas es lo suficientemente diferente a la de
las vías interurbanas como para pensar en diseños muy diferentes también.
Ni la velocidad, ni las cargas, ni los usuarios, ni los requerimientos
de limpieza son los mismos.
Hasta nuestros días, hemos conocido las calles de las ciudades adoquinadas
o empedradas a diferencia de las carreteras, rematadas en árido suelto,
no conglomerado hasta la entrada en juego del asfalto y los betunes del
petróleo.
Parecido panorama tenían los romanos. Como demuestran las excavaciones
arqueológicas, los enlosados y adoquinados eran la tónica común en las
calles de las ciudades importantes.
Las salidas principales de las ciudades se jalonaban con monumentos funerarios,
más importantes cuanto más ricos o ilustres fueron los muertos. De esta
forma los "cementerios lineales" de los romanos ocupaban longitudes muy
grandes de la carretera, a veces muchos kilómetros como en el caso de
Roma donde se conocen enormes mausoleos a mucha distancia de las murallas
de la ciudad. Esta circunstancia hacía que el tránsito por estos tramos
tuviera carácter urbano a causa del gran número de visitantes que a diario
se entretenían en las tumbas y no tenían como fin el viaje a otras ciudades.
Al compás del crecimiento del cementerio se urbanizaba la vía, hasta
alcanzar los enlosados distancias a veces muy grandes. Se conocen casos
de entre un kilómetro, como en el caso de Pompeya, hasta casi veinte kilómetros,
como en la Vía Apia de Roma.

Más o menos elegante, el enlosado es el pavimento más frecuente, pero
en ocasiones la falta de disponibilidad hacía recurrir a tamaños más pequeños
y de esta forma el adoquinado es también común en muchas ciudades. En
Ambrosium (Lunel-Francia) predomina el adoquinado y pueden verse
excelentes pavimentos con este material, aunque algunas calles también
disponen de losas pequeñas.

Tampoco faltan los casos en los que por razones probablemente económicas,
los habitantes de ciudades poco importantes tenían que conformarse con
un pavimento de guijarros y en algunos casos no muy bien puestos. Éste
parece el caso de Iuliobriga (Reinosa-Cantabria), ciudad con origen
en una guarnición militar y fundada tras la victoria de Augusto contra
los Cántabros, en pleno territorio de estos, razón por la que heredó directamente
la pobreza de recursos que este pueblo sufría.

Consideraciones sobre la funcionalidad de los pavimentos:
El enlosado y el adoquinado tienen evidentes ventajas de salubridad en
las ciudades por su facilidad de limpieza. Las bestias de tiro pasaban
mucho tiempo en las calles y eso acarreaba problemas de limpieza que con
árido suelto no podían resolverse. A pesar del enlosado el grado de suciedad
era siempre importante, de ahí la existencia de los andenes formados por
grandes piedras para cruzar la calle por los peatones.
Las aceras, destinadas al tránsito peatonal exclusivamente, se pavimentaban
en las ciudades importantes cuidadosamente, a base de un fratasado de
mortero de cal, arena y ladrillo molido. Esta superficie de una textura
lisa, uniforme e impermeable, con evidente semejanza a la que formaba
el especus de los acueductos, puede verse hoy como nueva en las
calles de Pompeia tras permanecer bajo las cenizas del Vesubio
durante dos milenios.

Las losas, en las calles, también servían para limitar la velocidad de
caballos y carros, cosa importante no sólo dentro de las ciudades, si
no en las zonas consideradas urbanas a lo largo de las necrópolis, no
tanto por la tranquilidad de los muertos como por la de los vivos que
visitaban a sus difuntos.
Como desventaja evidente se encuentra la carestía, no sólo de los materiales
y de la construcción del metro cuadrado de vía si no sobre todo del mantenimiento.
Las losas sufrían un enorme desgaste y rápidamente se formaban "carriles"
por el paso de los carros, además se movían y llegaban a partirse, haciendo
insufrible el tránsito y obligando a una urgente reparación.

Por contra, el firme flexible de las carreteras presentaba un comportamiento
excelente ante las cargas y era difícil de deteriorar, sobre todo por
la presencia del canto rodado que ayuda, y mucho, a eliminar los socavones
y baches.
Los profesionales de las caminos, hoy, saben bien que las capas de rodadura
que han de dejarse en árido suelto, no conglomerados con ligantes de betún
o cemento, tienen un comportamiento muy bueno cuando se componen de zahorra
natural, o sea de canto rodado, mientras que en las compuestas por zahorra
artificial, de canto con aristas, es pésimo.
El canto con aristas, procedente hoy de áridos machacados, alcanza una
alta trabazón con los finos, lo que provoca la formación de taludes muy
verticales en los socavones, haciéndoles muy profundos y peligrosos para
el tránsito. Ante la ausencia de otra capa superior con conglomerante
su comportamiento es mucho peor que el de la zahorra natural, en la que
el canto rodado rellena automáticamente los socavones producidos, alcanzando
estos así mucha menor entidad.
De esta forma la geometría de la plataforma se mantiene durante mucho
más tiempo regular gracias a la zahorra de canto rodado y las labores
de mantenimiento son mínimas. Este es el motivo por el que hoy los caminos
rurales no asfaltados se rematan en zahorra natural y por esto mismo los
técnicos romanos utilizaban preferentemente estos áridos para la capa
de rodadura de sus vías.
Por otro lado, la capacidad de drenaje de la zahorra natural es muy superior
a la de otro tipo de mezclas naturales apropiadas para capas de firme,
lo que mantiene a la plataforma libre del agua mejor que ningún otro material.
En la época romana este material suponía además otras ventajas añadidas:
La pezuña de los animales en el momento de la tracción, junto con la
estrecha rueda de los carros, provocaba más deterioros superficiales que
lo que lo hacen las ruedas modernas de caucho. De esta forma los materiales
se "movían" con asiduidad por la explanada. El árido suelto era inevitable
y la uña sin herrar de las bestias de tiro encontraba en el canto rodado
un aliado que evidentemente no hubiera encontrado en áridos con aristas
vivas.
Sin embargo, la pezuña encontraba en el momento de la tracción una superficie
de apoyo en las capas de zahorra mucho mayor que en la roca o en las losas,
tracción que llega a ser nula si estas últimas están mojadas. Por eso,
tanto para el transporte de cargas como para la carrera de las bestias,
la zahorra era un buen aliado.
Sobre la roca del fondo de las trincheras, excavadas en este material,
tuvieron que rodar los mercaderes en épocas posteriores a la caída del
Imperio. La ausencia de las labores de mantenimiento y la desaparición
de la capa de rodadura imponían esta circunstancia. En estos lechos rocosos
se observan hoy las huellas del deterioro y se adivinan las calamidades
que pasaron los carreteros que se vieron obligados a tal circunstancia.
En muchas partes se ven los carriles de anchos de eje variables que van
entre 140 cm y 160 cm.
Indudables calzadas romanas excavadas en roca en el valle de Aosta
[31] muestran huellas de carro (carriles) de 160 cm de ancho, de
muy improbable procedencia antigua. Las huellas verdaderamente romanas
apuntan hacia un ancho constante de 139 cm, irrefutables en las calles
de Pompeia donde la uniformidad en el ancho es pasmosa. En este
mismo lugar se pueden constatar además tramos de calles donde el tránsito
era ya un verdadero martirio, con las losas seriamente deformadas por
el desgaste provocado por las ruedas de los carros. Circunstancia que
avala la imposibilidad de transportar cargas a grandes distancias con
este tipo de pavimentos.

Y es que el tráfico rodado en época romana era no sólo muy frecuente
e intenso [32] , si no
que además presentaba un grado de diversificación enorme, tanto en los
modelos de vehículos de transporte para mercancías como en los de viajeros.
Todo tipo de grafismos, pinturas y bajorrelieves, así lo avalan. Se representan
desde completas y avanzadas diligencias para viajeros hasta vehículos
cisterna para líquidos, pasando por galeras de carga ordinarias y carros
de transporte individual tirados por dos caballos (bigas) muy rápidos
y eficaces. Ni las extraordinarias carreteras romanas que hoy descubrimos
tienen sentido sin la existencia de este tipo de vehículos ni las representaciones
aludidas lo tendrían sin la existencia de las primeras.

Conclusión:
La infraestructura de las carreteras romanas es un aspecto que debería
de interesarnos especialmente. De ella podemos extraer la técnica de los
ingenieros romanos que las construían y la intención de su diseño. Se
trata de un verdadero documento que desvela aspectos interesantísimos
de la cultura que lo construyó y que debe de considerarse como un bien
cultural y científico de primer orden.
La documentación, el debate y la publicidad de este tipo de antiguas
técnicas constructivas, son fundamentales para incrementar el grado de
conocimiento de ellas [33]
.
No será fácil ni rápido que los conceptos que venimos demostrando sean
tenidos en cuenta por quienes tienen hoy las competencias en la conservación
de los bienes patrimoniales culturales y en particular de las vías romanas,
profesionales en todo caso del ámbito de la arqueología que siguen formándose
con las trasnochadas teorías supuestamente Vitrubianas.
Por este motivo, debe de decirse claramente, el daño causado ha sido
ya enorme. El conocimiento con precisión de los caminos que conformaban
la red viaria romana es hoy entre muy escaso y nulo, según las zonas,
a pesar de contar con descripciones clásicas de enorme valor como el Itinerario
de Antonino.
Pero probablemente lo peor, es la espantosa catástrofe patrimonial acaecida
en los últimos decenios de transformación del territorio a acusa de las
concentraciones parcelarias agrarias que ya han afectado a la práctica
totalidad del territorio cultivable. En ellas, la inmensa mayoría de lo
que fueron espléndidas carreteras romanas han pasado a mejor vida. De
nada han servido topónimos como "Camino de los romanos", "Carrera de los
Romanos" y hasta "Carretera Romana" impuestas por la tradición popular
y aún más por la erudición de remotos tiempos (en todo caso anteriores
a Bergier).
A pesar de que la obligatoriedad de evaluación del impacto ambiental
de las obras públicas y de las grandes transformaciones agrarias es relativamente
reciente en España, conocemos ya unos cuantos informes arqueológicos ¡favorables!
a estas transformaciones sobre vías romanas, sencillamente por que no
se ha sabido identificar la infraestructura de la vía.

Ante este panorama, en el que hoy ya se han perdido la mayoría de estos
extraordinarios monumentos que constituían las carreteras romanas, creo
llegado el momento de aunar esfuerzos para atajar el problema e intentar
conservar y documentar para futuras generaciones el mayor número de este
tipo de infraestructuras, por otro lado perfectamente susceptibles de
convertir en rutas culturales o vías verdes, tan de moda en estos tiempos.
[1] El primer trabajo de esta serie fue: MORENO GALLO,
I. 2001. Infraestructura Viaria Romana. Revista Obra Pública nº
56. Ingeniería e Historia. Colegio de Ingenieros de Caminos Canales y
Puertos.
[2] COLLECTIF. 1996. Le petit Saint-Bernard.
La Fontaine de Siloè
[3] ALVARADO BLANCO, S., RIVAS FERNÁNDEZ, J. C. y
PATO VEGA, T. 2000. La vía romana XVIII (Via Nova): revisión de su
trazado y mensuración. II: De los Limici a los Gigurri".
(Boletín Auriense, anexo 25).
[4] Argumento defendido, por ejemplo, por ARIAS, G.
2002, p. 5. El Miliario Extravagante nº 81.
[5] Propiamente dichos y no de herradura, que en todo
caso no se conocía en época romana. MENÉNDEZ PIDAL, G. 1951. Los Caminos
en la Historia de España... ob. cit.
[6] VÉLEZ ESCOBAR, N. y BOTERO PÁEZ, S. 2000. La
búsqueda del Valle de Arví. Los autores documentan en esta obra las
impresiones de los primeros conquistadores de la región de la actual Colombia,
ante lo que llaman "carreras" empedradas que encontraron en la provincia
de Bogotá. Realmente se trata de sendas empedradas que en nada difieren,
ni en trazado ni en afirmado, con los numerosísimos ejemplos que encontramos
en las montañas ibéricas, muchos de ellos imputados a los romanos.
[7] Como apunté en MORENO GALLO, I. 2001. Infraestructura...
ob. cit., la teoría lanzada por el francés Nicolas Bergier a principios
del siglo XVIII sobre la composición de las capas de las vías romanas,
a las que asignó un nombre latino: statumen, rudus, nucleus
y summum dorsum, fue asumida por el grueso de los historiadores,
estudiándose aún hoy en las escuelas que preparan a nuestros arqueólogos
(responsables de la identificación de las vías romanas en España).
Según CHEVALIER, R. 1972, pp. 89-95. Les Voies Romaines, esta
teoría, se basa en unos mal traducidos párrafos escritos por Vitrubio.
Así lo recoge vehementemente PALOMERO PLAZA, S. 1987, p. 209. Las
vías romanas de la provincia de Cuenca.
Particularmente, considero generoso a Chevalier con su compatriota,
ya que ni la más enrevesada interpretación de Vitrubio daría lugar a las
secciones tipo de la infraestructura que nos describe Bergier. Todo apunta
a que la teoría en cuestión fue inventada.
[8] El jurista Ulpiano es otro de
los clásicos "acusados" de asignar un cierto papel a las losas en las
vías romanas. Aun considerando que la precisión técnico constructiva de
los escritos de Ulpiano sería tan escasa como la que podríamos encontrar
en cualquier escrito de carácter jurídico actual, he aquí la correcta
traducción, que agradezco a la profesora Alicia Canto, de este párrafo
del Digesto donde tantos historiadores han querido ver losas sobre las
vías romanas, cuando lapide significa piedra (y punto):
Dig.43.11.1.2
Ulpianus 68 ad ed.
Si quis in specie refectionis deteriorem viam facit, impune vim patietur.
propter quod neque latiorem neque longiorem neque altiorem neque humiliorem
viam sub nomine refectionis is qui intercidit potest facere, vel in viam
terrenam glaream inicere aut sternere viam lapide quae terrena sit, vel
contra lapide stratam terrenam facere.
Ulpiano en el libro 68 de los comentarios al edicto (del pretor):
Si con el pretexto de repararla alguien deteriora la vía, que sufra un
castigo. Porque no puede, el que se ampara en el interdicto con objeto
de reparar, hacer la vía más ancha, ni más larga, ni más alta ni más baja,
ni echar grava en una vía de tierra, ni empedrar una vía que sea terrera,
o, al contrario, convertir una vía pavimentada con piedra en una vía de
tierra.
[9] Caso significativo es el de MORAN BARDON, C. y
OLIVER ROMAN, B., 1949, p. 41, Apéndice . Construcción y utilización de
las vías romanas. La calzada romana de La Plata en la provincia de
Salamanca. Ministerio de Obras Públicas.
[10] MORENO GALLO, I. 2001. Infraestructura...
ob. cit.
[11] De los dos tipos se documentan como habituales
desde época prerromana. GÓMEZ-TABANERA, J.M. 2000. Transporte en carro
y rueda en la Península Ibérica prerromana. V Congreso Internacional
de Caminería Hispánica. Valencia.
[12] COLLECTIF. Société Savoisienne d'Histoire et
d'Archéologie. 1997. La Savoie gallo-romaine.
[13] Moreno Gallo, I. La Red Viaria Antigua en
La Rioja (noviembre de 1999). Gobierno de La Rioja. Consejería
de Cultura, Juventud y Deportes. Primera edición, diciembre de 2001. El
Miliario Extravagante. Anexo 2. La Red Viaria Antigua en La Rioja, parte
I. La Vía de Italia a Hispania en La Rioja.
[14] Como excepción podemos citar la sección practicada
en Pinet por el arqueólogo Marc Lugand aunque su resultado es menos claro
que la que se puede observar en Florensac en el seccionamiento longitudinal
del terraplén con motivo del desmonte del talud norte de la vía, para
el paso de un acceso a fincas desde la carretera. LUGAND, M. 2002, p.
9. La Voie Domitienne. Tronçon "Bassin de Thau".
[15] MORENO GALLO, I. 2001. Infraestructura...
ob. cit.
[16] Moreno Gallo, I. La Red Viaria Antigua en
La Rioja... ob. cit.
[17] Moreno Gallo, I. Descripción de la Vía de
Italia a Hispania en Burgos y Palencia (noviembre de 1998). Junta
de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura. Primera edición
de 1999, en formato interactivo en CD-ROM con la colaboración de la Junta
de Castilla y León. Segunda edición de 2001, libro editado por la Diputación
Provincial de Burgos y la Diputación Provincial de Palencia.
[18] Ibidem
[19] Ibidem
[20] Ibidem
[21] SÁNCHEZ BARRERO, P.D. y MARÍN GÓMEZ-NIEVES,
B. 2000. Caminos periurbanos de Mérida.
[22] PALOMERO PLAZA, S. 1987. Las vías romanas
de la provincia de Cuenca.. ob. cit.
[23] Es esbozaba por SCHULTEN, A. 1942, pp. 1 a 16.
Castros prerromanos de la región cantábrica. AEA XV.
Defendida en Cantabria por:
SOJO Y LOMBA, F; 1947, p. 31 y 45. De Re Toponímica. Comunicaciones
en Cantabria, publicaciones de la Real Sociedad Geográfica 19,vol.
LXXXIII, 1947.
SOJO Y LOMBA, F; 1988, pp. 116 a 125. Ilustraciones a la Historia
de la Merindad de Trasmiera.
Y en el País Vasco por:
GOMEZ ARTECHE. 1873, p 334 a 353. Informe del libro que con el título
Los Vascongados, publicó en Madrid el año 18973 el Ilmo. Sr. D. Miguel
Rodríguez Ferrer. BRAH. I.
SOLARUCHE, P. M. 1898, p. 107 a 114. Arqueología romana en Guipúzcoa.
BRAH. XXXIII.
[24] PRESTAMERO, L. 1796. pp. 279 y ss. En la obra
de González de Echavarri: Alaveses Ilustres. Biografía de Lorenzo de
Prestamero. Textos. Real Sociedad Vascongada de Amigos del País.
[25] descubiertas en la Academia por la profesora
Alicia Canto en 1998: Canto, Alicia Mª. 2001, pp. 163-168. La Arqueología
española en la época de Carlos IV y Godoy. Los dibujos de Mérida de don
Manuel de Villena Moziño, 1791-1794, Madrid, ed. El Viso.
[26] SAAVEDRA, E, 1861. Descripción de la vía
romana entre Uxama y Augustobriga.
[27] V. BERGIER . Histoire des grands chemins
de l´empire romain T.1, lib. II, cap. 8
[28] El se lamenta de no conocer la continuación
hacia Segisamone (Sasamón) y Virovesca (Briviesca), lo que
le impedía determinar bien la posición de Lacobriga (Carrión),
Viminacio (Calzadilla) y Camala (Sahagún). Yo me lamenté
de no poderle dar noticias, porque le tuve en mi memoria cuando desde
Zaragoza, La Rioja y Burgos llegué en mi identificación de la Vía de Italia
a Hispania hasta Carrión y Sahagún.
[29] Itinerario Militar de Logroño a Astorga. Servicio
Geográfico del Ejército
[30] Este es el "fuerte bombado" que nos describía
Cipriano y realmente, en este tipo de caminos, el afilado del terraplén
es hoy más por causa de la erosión que por su diseño.
[31] En Donnas y en Montjovet-Toffo.
[32] A pesar de ciertas afirmaciones gratuitas en
sentido contrario, contenidas en obras como MENÉNDEZ PIDAL, G. 1951, p.
25. Los Caminos en la Historia de España... ob. cit.
[33] En este sentido, es de lamentar la oportunidad
perdida en la reciente exposición sobre ingeniería romana (ARTIFEX), celebrada
con todo tipo de apoyos institucionales en el Museo Arqueológico Nacional
de Madrid, en la que se han refrito las viejas teorías del enlosado de
la Vía Apia como afirmado extrapolable a todas las vías romanas. Este
tipo de informaciones caducas y erróneas que llegan al gran público, revestidas
de un halo de seriedad científica, causan un perjuicio considerable al
futuro de la conservación de las vías romanas.
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